Por Adrián Freijo – Silvio fue el símbolo de un Boca que salió al mundo pero eligió quedarse en el barrio que le dio identidad. Pocos vistieron la azul y oro y la llevaron para siempre.

Adrián Freijo
La muerte de Silvio Marzolini significa para los amantes del fútbol la desaparición del primer eslabón perdido entre el profesionalismo y el amor a la camiseta. Reconocido en el mundo como uno de los mejores marcadores izquierdos de la historia, Marzolini fue a la vez el símbolo del hombre identificado con sus colores, incapaz de imaginar su continuidad más allá de esa Bombonera que lo vio transitar su carril con elegancia, visión y fuerza suficiente para ser temido por sus rivales a la vez que respetado por el mundo del fútbol.
Inglaterra 1966: Silvio elegico como el mejor «3» del mundo por segunda vez
Suele recordarse que tras el Mundial de Inglaterra en 1966 fue elegido como el mejor “3” del mundo, pero pocos se acuerdan que cuatro años antes, en el encuentro ecuménico de Chile en 1962, y pese a que nuestro seleccionado tuvo una opaca y olvidable participación, también fue incluido en la formación ideal dejando tras de sí a verdaderas leyendas del fútbol como el mítico Nilton Santos del campeón Brasil.
Y que en los años 64 y 65, sin competencias ecuménicas en el calendario, también fue incluido por la FIFA en el equipo ideal de esos años. ¿Cuántos jugadores argentinos pueden lucir en su pecho la medalla de haber sido designado en cuatro ocasiones como el mejor del mundo?.
Sigue viva en el recuerdo su figura elegante y concentrada encabezando la vuelta olímpica de su Boca en el estadio Monumental aquella tarde de 1969. De nada sirvió la apertura de los grifos de riego que se hizo para evitarlo y nadie olvidará el aplauso de la hinchada millonaria cuando su figura rubia se acercó a la popular local que no atinó a otra cosa que no fuese rendir homenaje a ese equipo fenomenal y a su capitán, un símbolo de la caballerosidad y el deporte.

1969: encabezando la vuelta olímpica en pleno Monumental
Ese coraje demostrado en un acto que hasta la dirigencia xeneixe le había pedido evitar, crece en el recuerdo cuando se observa que, unos pocos años después, Norberto Alonso intentó devolver la gentileza en la cancha de Boca pero solo se animó a una media vuelta limitada a la porción del campo que daba sobre la parcialidad de River. Había que ser Marzolini para acercarse a la parcialidad rival sabiendo que la devolución sería el respeto y el reconocimiento.
Se retiró joven, con mucho para dar aún y más propuestas de equipos importantes para continuar su carrera. Un enfrentamiento con Alberto J. Armando, cuando nacía la triste historia de dirigentes más importantes que los jugadores, lo eyectó de ese Boca al cual le daría aún muchas alegrías. Su dignidad no hubiese aceptado otra salida.

Con la pilcha de DT llevó a Boca al campeonato en 1981
Porque cuando en medio de la mayor crisis económica que recuerde el club lo convocaron para hacerse cargo de la dirección técnica Silvio estuvo ahí, armó un equipo para rodear la última aventura que significó adquirir a Diego Maradona, interpretó la necesidad de funcionar en torno a alguien confiable –y exigió un esfuerzo más para la llegada de Miguel Brindisi– y puso en el vestuario esa cuota de serenidad y confianza que siempre es necesaria para surfear las peores circunstancias.
Fue campeón, restauró la paz donde no existía…y se fue en silencio, sin estridencias y otra vez sin creerse dueño ni protagonista del éxito. ¿Cuántos ídolos de Boca lograron campeonar en su doble status de jugador y técnico?. Pero para Marzolini lo único que importaba era ser fiel y útil al equipo que todo le había dado; nada más.
Volvió cuando fue nuevamente convocado a apagar incendios; fue consolidando ante los hinchas de corazón su leyenda y su amor por los colores, fue confiable, útil y respetado, ese honor cada vez más raro en el fútbol argentino.

Su última foto: un testamento de sangre bostera
Y cuando se le pidió organizar una asociación mutual que contuviese a las viejas estrellas –y a muchos que no habían logrado trascender- para resolver las necesidades vitales que no podían cubrir los que pertenecieron a un fútbol sin televisión, sin patrocinadores, sin representantes ni pases rutilantes, Silvio supo organizar una institución modelo que estuvo cerca de todos los que la necesitaron.
El mejor del mundo en su puesto, técnico campeón, dirigente social de envergadura…¿qué más podía pedirle a la vida?.
Esta es una pregunta que seguramente jamás se hizo porque la última foto de Marzolini, en una cama de hospital con los colores azul y oro sobre el pecho, supone la síntesis perfecta de todo lo que hoy llora el pueblo boquense cuando lo despide diciéndole “gracias Silvio por tanto y perdón por tan poco”.
Tal vez ahora nazca la leyenda…