1945-2020: 75 años de lealtades a medida y olvidos estruendosos

Por Adrián FreijoUna celebración con tantos actos como intereses en pugna, en los que estará ausente el calor de un pueblo que se ha ido extinguiendo en su amor por el líder que hoy nadie escucha.

 

Actos y más actos – ¿o actitos y más actitos? – jalonan una jornada en la que la tan mentada lealtad brilla por su ausencia y los intereses políticos y personales ocupan el centro de la escena de un peronismo en extinción, al menos si de una propuesta política integral se trata.

El presidente por un lado, acompañado por ese peronista «made in UCEDE» que es Sergio Massa, el sindicalismo dividido, los sectores tradicionales e históricos recordando un día antes como si para diferenciarse hiciese falta hasta cambiar una fecha histórica inmodificable, todo a la medida de este cuerpo multicéfalo y amorfo que hoy es el peronismo como partido y, lo que es más determinante, como movimiento.

Y Cristina, imposibilitada de ocultar su desprecio por el movimiento y por su creador, aquel al que supo definir como «ese viejo de mierda», buscando las palabras y las imágenes suficientes para dejar en claro lo que ella entiende como símbolo de la jornada: “Que la lealtad a las convicciones, al pueblo y a la Patria sigan inalterables en tiempos de pandemia. Con la misma pasión y el amor de siempre”, escribió la vicepresidente en su cuenta de Twitter que acompañó la publicación con una foto en la que se ve a Néstor Kirchner de espaldas con los brazos en alto, frente a una multitud reunida con banderas y pancartas. «La historia comenzó cuando nosotros llegamos» le faltó agregar.

«Peronistas somos todos» decía socarronamente Perón cuando se le preguntaba por el verdadero volumen de su movimiento. De alguna manera refería a una realidad que alimentó la historia nacional durante tres décadas y que consistía en un justicialismo siempre plagado de traiciones e incoherencias que sin embargo avanzaba en el retorno al poder de la mano de la torpeza de quienes supuestamente venían a suplantarlo. Propios y extraños unidos en un mismo objetivo…

Poco y nada queda de todo aquello. Quienes acompañaron a Perón, convencidos de su condición de conductor y líder de un cambio social profundo y permanente, o se han muerto o se han rendido bajo el peso de los años y los desencantos.

Los que quedan son los últimos testigos de un tiempo que grita «esto no somos nosotros».

En su retorno al país Perón supo reconocer los excesos de la última etapa de su interrumpido mandato. «He pensado mucho en la forma en la que ejercimos el poder y hoy estoy convencido de que hay errores que no podemos volver a cometer» dijo en una de las pocas entrevistas televisivas que concedió en la Argentina. Y acompañó con los hechos aquellas palabras: la invitación a Ricardo Balbín para que lo acompañara en el gobierno de la república, el mismo hombre al que había encarcelado en los 50, fue un ejemplo determinante de las nuevas convicciones.

La sociedad aplaudió aquel intento; los dirigentes de uno y otro lado lo abortaron. ¿Un signo de lo que vino después y sigue hasta nuestros días?, seguramente.

Los líderes suelen abrir grietas e inmediatamente son tragados por ellas de manera tal que, cuando pretenden salir, ya es imposible.

Pero las tradiciones orales han mostrado ser incorruptibles y de generación en generación van contando, como los viejos juglares, la verdad de los hechos. Y aunque pasen los años, aunque se pretenda tironear la idea original hacia un lado o hacia otro, aunque el peronismo termine siendo solo un vehículo hacia el poder al que se sube el primero que alcanza a manotear su pasamanos, siempre habrá en un rincón de la Argentina un necesitado o un trabajador que seguirá recordando que esta historia ajada de hoy nació de un  sueño, una esperanza y una verdadera revolución popular y pacífica que hizo que el pueblo gritase a los cuatro vientos que había llegado su hora.

Aunque hoy, en inmensa mayoría, se quede en su casa y deje el camino expedito a quienes creen que el poder reside en la cantidad de seres humanos que pueden arriarse por la calle o en un zoom.

Y que la lealtad es sinónimo de sumisión…