24 de marzo: dejarlo atrás para tenerlo siempre adelante

Por Adrián FreijoUn nuevo aniversario del golpe militar de 1976 encuentra a los argentinos y al mundo en un punto diferente. El desafío es dejar atrás el pasado pero no olvidar.

Hace 44 años la Argentina vivía horas que cambiarían su historia, aunque la inmensa mayoría de sus habitantes no podía ni imaginarlo.

La imagen de los tanques en la calle, los comunicados marciales, las corridas a almacenes y supermercados para abastecerse de alimentos y productos de primera necesidad, la instauración del estado de sitio y sobre todo una nueva oportunidad para tirar nuestra Constitución al arcón de las cosas inservibles, era un escenario acostumbrado en un país que desde 1930 en adelante había incorporado a las Fuerzas Armadas a su vida política, convirtiéndolas en una opción de poder natural: si «los políticos» fracasaba, «los militares» nos salvarían. Algo que, por cierto, nunca ocurrió…

Aquel escenario es digno de recordarse para poder entender muchas cosas. Tres generaciones de argentinos nacieron y crecieron en un país culturalmente militarizado y se formaron entonces con vicios maniqueos, chauvinistas y en muchos casos fascistas. Lo que hoy parece imposible en aquellos años era algo habitual, natural…y trágico.

La sociedad quedaba aquel día encerrada entre dos determinismos demenciales. El mesianismo militar -que en definitiva se convirtió en brazo ejecutor de políticas de dominación económica que poco y nada tenían que ver con el declamado nacionalismo de las figuras principales del nuevo régimen- y la locura guerrillera, que tampoco era lo que pretendía representar en superficie.

Si para los protagonistas de la asonada la vida de los argentinos pasaría a valer nada, quienes fueron sus chivos expiatorios y justificación ya habían demostrado largamente que la ideología debía estar por encima de la razón, aunque sus líderes lejos estaban de luchar por aquello que decían defender. La macabra sociedad con el supuesto enemigo -consolidada en la relación Massera-Firmenich- convierte en ocioso cualquier comentario.

Ese cóctel siniestro de una historia marcada por las rupturas institucionales, una clase política claudicante, ideologismos violentos, fanatismos desatados. intereses económicos dominantes y solapadas aventuras personales, estalló esa mañana en un país que a partir de ese momento solo conocería sangre, violencia y decadencia moral, social y económica.

Por eso 44 años después es necesario entender aquel país, aquellas circunstancias y aquellos tiempos para no cometer el error de narrar una historia sesgada, partida y agrietada que siga siendo útil a cualquiera de las minorías que se han llevado puesto el destino de la Argentina.

Un país complicado, contradictorio, mal formado y bastante mediocre que, sin embargo, debe comenzar a construir su verdadera historia para comenzar a levantar algo que se parezca a un futuro deseable para los suyos.

Sin olvidar el pasado pero dejándolo atrás…para tenerlo siempre adelante.