(Escribe Adrián Freijo) – La eventual renuncia del titular de la Corte Suprema agrega un nuevo tono de dramatismo a la crisis institucional. ¿Comenzó la guerra de los carpetazos?.
Ricardo Lorenzetti demostró en las últimas semanas escasa cintura política. Desde aquella gaffe referida a la Cosa Juzgada en el atentado a la Embajada de Israel hasta algunos enfrentamientos directos con el Poder Ejecutivo esgrimiendo cuestiones de escasa solidez probatoria, el titular del máximo organismo del Poder Judicial dejó una imagen equidistante del coraje y la independencia que todos le reclamamos a la justicia y de esa frivolidad discursiva que desdeñamos de la política.
Pero es claro que en los últimos tiempos se había convertido, para un porcentaje no menor de la sociedad, en una garantía del respeto a la división de poderes y en la encarnación de la esperanza en una justicia que cada día decepciona más a los argentinos.
La noticia de su renuncia a la presidencia del organismo, conocida apenas unos días después de haber sido reelecto en el cargo aún un año antes del vencimiento de su actual mandato, pone en evidencia que algo ha pasado en estas horas que lo empujó a tomar tan drástica decisión. Porque es claro que aquel adelantamiento fue tomado como una demostración de fuerza y poder frente a los embates desde la Casa Rosada. Y ahora esto…
Descartemos un distanciamiento con los otros tres miembros, ya que de haber ocurrido esa reelección acelerada en los plazos no se hubiese llevado adelante.
Indudablemente un hecho nuevo ha ocurrido y en los corrillos de la Corte se teme que «algún carpetazo» de esos con los que el gobierno suele operar y que desde la asunción de Carlos Parrili en la flamante Agencia Nacional de Inteligencia parecen haber tomado el centro de la escena, tiene que haber ocurrido. Aunque nadie lo dice en voz alta todos hablan de alguna circunstancia de la vida personal del magistrado que podría haber sido motivo de la amenaza desde el Ejecutivo nacional.
No hace mucho tiempo se lo fotografió en Nueva York en compañía de una joven mujer que luego un tan escueto como poco clarificador comunicado de se área de prensa señalaba como la esposa del juez. Todos saben en el Palacio de Justicia que aquellas fotos fueron tomadas por gente de los servicios de inteligencia.
La actual presión del gobierno para ampliar la cantidad de miembros de la Corte antes de abandonar el poder, con la indisimulable intención de blindar la situación judicial de la Presidente y su entorno ante la eventualidad de un triunfo opositor, ha llevado el enfrentamiento entre los dos poderes al borde del precipicio institucional. Y esto ha hecho que todos los límites éticos y prudentes se vean rebasados.
La resistencia del máximo órgano jurisdiccional de la justicia argentina no cuenta por cierto con armas de mucha solidez. A la discutible integración actual, con tan solo cuatro miembros, se le suman las particulares circunstancias de algunos de los integrantes.
Carlos Fayt, con más de noventa años, casi no asiste a los Acuerdos y muchos dudan del actual estado de sus facultades mentales para ocupar semejante responsabilidad institucional.
Elena Highton de Nolasco, con una seria afección ósea que la limita en su movilidad, no parece en condiciones de salud como para asegurar una tarea tan tensionante como es en estos momentos la presidencia del organismo. Ha sido históricamente la gran aliada de Lorenzetti, a quien acompañó como vice presidente durante todo el tiempo de su mandato.
Juan Carlos Maqueda, tal vez el más «potable» para el gobierno, es el integrante con más acentuado origen político ya que se recuerda que sin demasiados antecedentes académicos fue nombrado por su cercanía con el ex presidente Eduardo Duhalde. En 2001 fue electo senador nacional representando a su provincia y llegó a presidir la cámara.2 El 27 de diciembre de 2002, renunció a su banca y por lo tanto a la presidencia del Senado, sucediéndolo el entonces senador José Luis Gioja.3 El 30 de diciembre de ese año fue designado Ministro de la Corte Suprema cargo que mantiene hasta la actualidad.
Lo cierto es que la situación adquiere ribetes de grave inestabilidad y agrega un condimento no esperado a la actual realidad política que parece encaminarse a un fuerte choque parlamentario: los diputados y senadores de la oposición se han juramentado no designar nuevos jueces del organismo hasta que se produzca el cambio de autoridades.
Sea como fuese, la salida de Ricardo Lorenzetti pone en evidencia que algo grave ha ocurrido en las últimas horas que lo llevó a tomar una decisión impensada hace tan sólo unos días cuando aceleró su reelección hasta el año 2016.
Y ese algo no puede ser otra cosa que una jugada sucia que obligó al activo jurista a dar las hurras y volver al llano.