Por José Luis Ponsico (*) – La protesta ganó la calle en aquella jornada y la dictadura, ya para entonces golpeada y claudicante, echó mano a una carta demencial y desesperada: tomó las Malvinas.
Pasaron casi 40 años. El 30 de marzo, ahora, 39 años. En el´ 82 los hechos importantes iban desde un creciente descontento social, intensa preparación del seleccionado de fútbol en la Villa Marista, Parque Camet, a diez kilómetros de Mar del Plata, en medio de la dura interna del Ejército. Cien días antes el general Leopoldo Galtieri había desplazado a su par Roberto Viola
La CGT «Brasil», porque la sede estaba sobre la calle del mismo nombre, barrio Constitución, lanzó mucho antes un paro y movilización: la protesta por los efectos -tragedia de los secuestrados, luego asesinados; caída de los salarios, los cierres de fábricas, intervención en los sindicatos y persecución a los universitarios. La dictadura genocida empezaba a flaquear
La clase media había empezado a ubicarse en la vereda de enfrente del régimen nefasto. La clase obrera lo hizo desde el 24 de marzo del 76. Los independientes habían visto pasar a los protagonistas del «Proceso de Reorganización Nacional» con indiferencia: general Jorge Rafael Videla, almirante Emilio Eduardo Massera y ministro de Economía, José Martínez de Hoz
Ese terceto, el poder hasta 1981. Videla dejó su lugar a su par general Roberto Viola, jefe del Ejército y aliado. El titular de la Armada, temido almirante Emilio Eduardo Massera pidió el retiro, para dedicarse de lleno a la construcción del «Partido de la Democracia Social». Un eufemismo. Responsable de asesinatos de cautivos en la ESMA, Escuela de Mecánica de la Armada
César Menotti, en Camet, a mitad de marzo fue sorprendido por la visita del presidente Leopoldo Galtieri con uno de los asesores, Rodolfo Baltiérrez periodista del diario La Nación, Se dijo artífice de la idea para que el militar tuviera un gesto ante una figura tan popular como el «Flaco» Menotti. Al cabo, lo dejó «pegado» a la dictadura. Aquella foto recorrió el mundo.
«El DT del Proceso» había caído en la trampa. Su pasado de militante de causas populares estaba manchado por el rol de hombre del fútbol, exitoso por el Mundial´ 78, pero partícipe inevitable de la utilización del fútbol por la «dictadura asesina» como pantalla de los crímenes de lesa humanidad. Menotti en la intimidad supo que podía pagar un costo muy alto.
En el cine, el film de aquel momento, «Carrozas de fuego», testimonio que remitía a los Juegos Olímpicos, París´1928, donde los protagonistas competían en atletismo y en la conquista de la misma joven. Un rotundo impacto en las boleterías de los cines porteños.
El economista Lorenzo Sigaut había reemplazado al calificado referente de la oligarquía, José Alfredo Martínez de Hoz, dueño entre otras tantas cosas, de valiosos haras -criadores de caballos de raza- en zona de Chapadmalal, a veinte kilómetros de Mar del Plata. Camino a Miramar. Tardó en asumir, abril del 76, porque estaba de caza mayor, en Africa negra. Todo un significado.
En los cines porteños los amantes del celuloide hacían «cola» para ver el estreno del film «Carrozas de fuego«, basada en un documento de los Juegos Olímpicos de París, 1928. Donde jóvenes atletas dirimían atributos físicos con la conquista del corazón de una muchacha. La música de fondo del célebre director Vangelis, perduró en el tiempo. La película ganó varios premios.
La CGT «Brasil» enfrentada desde mucho antes con la CGT «Azopardo», tema de las calles, donde por un lado crecía la figura de Saúl Ubaldini (foto principal), gremio cervecero, junto a experimentados como Fernando Donaires, Papeleros, Roberto García, Taxista, Ricardo Pérez, Camioneros, Roberto Digón, Tabaco, José Rodríguez, SMATA Mecánicos y José Santamaría, padre de Víctor, Porteros, edificios.
En la vereda de enfrente, no de calles, de posiciones políticas, un conglomerado que también hizo historia. Vistos como «colaboracionistas» del régimen, alineaban Armando Cavalieri, Mercantiles, Jorge Triaca, Plásticos; Ramón Baldassini, Tele-postales, empleados de Correo.
La anécdota de Juan Domingo Perón, Madrid, 1961: «General, Raimundo Ongaro es místico», plantearon los llamados «burócratas» sindicales. «Es un religioso. Dice que habla con Dios». siguieron los visitantes en Puerta de Hierro. La respuesta de Perón no se hizo esperar: «Bueno, lo prefiero. Alguno de ustedes habla con el dictador Onganìa», dijo el General. Memorable.
En el 81 varios de los virtuales «colaboracionistas» hablaban con Hugo Barrionuevo, gremio Fideero, ministro de Trabajo de la Nación designado por la dictadura cívico-militar. En todo momento desestimó el paro y la movilización. El funcionario avisó que habría mucha represión. «El gobierno no la permitirá», sentenció.
Una mañana gris, día de otoño, presentó el centro vallado. No se podía acceder a la Plaza de Mayo. Algunos analistas estimaron en 5.000 uniformados, Ejército y Policía Federal, para impedir desplazamiento de miles de obreros y delegados de fábrica a la histórica Plaza.
El acto central se presentaba para la tarde. A las 15 unos diez mil manifestantes en la zona céntrica. Choque inevitableLos carros de asalto, la policía con perros amaestrados, camiones cisterna -agua a granel- gases lacrimógenos, para impedir una virtual concentración de trabajadores.
Desde las oficinas los empleados -clase media no militante- empezaron a arrojar a la policía rollos de papel de máquina. También otros objetos. Mucha gente se unió a la protesta «de base peronista». Sin serlo
El gremio de Prensa, generalmente no muy cercano desde la historia a las protestas de obreros de fábrica, con distintas agrupaciones y pancartas se acercó al acto prohibido. Periodistas, vistos «profesionalistas» estaban (estuvimos) en medio de los gases y los palos que daba la Policía Federal. Tumulto, ojos llorosos.
En Mendoza -la medida alcanzaba a las centrales obreras de todo el país- el obrero textil Benedicto Ortiz resultó alcanzado por un virtual fusilamiento. Las imágenes mostraron que al frente de miles de trabajadores, todos del brazo, enfrentaron a cientos de policías armados que los apuntaban.
Ortiz, pecho al descubierto, grito: «disparen al pueblo». Los manifestantes recibieron una ráfaga y Benedicto cayó muerto. En total para los escritores Alvaro Abós y Elena Luz Bazán, especialistas en luchas sindicales, el 30 de marzo del 82 «La gesta olvidada». Ellos dieron 250 heridos y algo más de 400 detenidos. Compararon con otros matices al 17 de octubre del 45.
Lo que siguió después remite a la especulación del cruce entre los altos mandos del Ejército y la Armada. La caída de Viola y de Lorenzo Sigaut, el primero reemplazante de Videla, el restante de Martínez de Hoz, en medio de la crisis financiera -la tristemente célebre «timba», aquella expresión de Sigaut, «los que apuesten al dólar van a perder», produjo cambios y otros planes
Desde Galtieri, el poderoso almirante Carlos Alberto Lacoste, al calor del marcado descontento social -marchas a San Cayetano de 5.000 trabajadores con fe religiosa, a la Iglesia situada en Liniers- avanzaron la idea de un clamor popular: desembarcar en las islas Malvinas que llevaban 150 años en tramposa dominación del Reino Unido. Los recursos pesqueros en mares del Atlántico Sur.
Grupos de Poder enfrentados en lucha palaciega. En tanto, se conocían crímenes de lesa humanidad. El caso Elena Holmberg, con cargo diplomático en París, asesinada por un secreto de Estado: ella supo de reuniones de Massera con jefes guerrilleros en la capital francesa. Se culpó del crimen a un escuadrón de la muerte cercano a la Armada
Un informe del mundo sindical daba que solamente en el Gran Buenos Aires, fábricas en La Matanza, partido de San Martín, la zona de Tres de Febrero, Caseros, José Ingenieros, más de 4.000 talleres, luego conocidos como Pymes, pequeña y mediana industria, cayeron en desgracia. Miles de obreros metalúrgicos y aprendices en la calle..
La plana mayor, Galtieri el almirante Jorge Isaac Anaya y el jefe de la Fuerza Aérea, Basilio Lami Lozo, llevaron adelante 72 horas más tarde la decisión de tomar Malvinas. La operación a cargo de la Marina, Anaya, bahiense, 54 años, dió la orden en acuerdo con otros jefes (Galtieri, Lami Dozo)
La aparición de Diego Maradona, genio de Villa Fiorito, en Argentinos Jrs. al mismo tiempo del impacto del golpe de Estado llevado a cabo por las Fuerzas Armadas -«Pelusa» debutó puesto por Juan Carlos Montes, ex mediocampista Chacarita y Ñuls, gran olvidado de la historia, apenas 16 años en la Primera del club de La Paternal- brindaba esperanzas para el Mundial de España´82. No pudo ser.
Menotti había vaticinado en «La Semana» que «Maradona será lo que fue «Pelé» para Brasil, Mundial Suecia´58″ algo que no resultó. La derrota en Malvinas, junio del 82, afectó a la delegación argentina. En la concentración faltó el rigor que imperó con el profesor Ricardo Pizzarotti cuatro años antes. Argentina cayó ante Bélgica, jugando mal al offside
Las expectativas cayeron cuando nuestro seleccionado perdió sucesivamente con Italia -otra vez falló la defensa «ley del offside»- y ante Brasil, cuyo cuadrado mágico ya apuntado lo hizo ganador 3 a 1, estando buena parte del partido 3 a 0. Caída y renuncia de César Menotti al regreso. Julio Grondona hablaba con Carlos Bilardo.
La Economía había descendido a niveles poco conocidos. Cerraban bancos, financieras, se vivía los últimos estertores de la llamada «Patria Financiera» llevada al cine con un film impactante hace medio siglo: «Plata Dulce» con recordadas actuaciones de Julio de Grazia y Federico Luppi, entre otros
El país se aprestaba al regreso, la acción Política institucional. Crecía la figura de Raúl Alfonsín, fundador de «Renovación y Cambio» en casi centenario partido Unión Cívica Radical, Leandro N. Alem, 1890. Entre el 82 y 83 llevaría a los radicales del 25% de votos promedio, al 52% con fuerte apoyo de la «clase media» y «franja» del peronismo descontento. Aquél final de Isabel y López Rega.
No obstante, la derrota en Malvinas había acelerado el final de la dictadura. La CGT la protesta de miles de trabajadores organizados había «adelantado el reloj de la historia» a los «milicos». El peronismo sindical lograba acortar los plazos del «Proceso». Se iban todos: Galtieri, Anaya, Lami Dozo, antes Videla, Massera, Harguindeguy, Martínez de Hoz. Apenas quedaban «máscaras»
Llegaría el Juicio a las Juntas. Las condenas a todos los altos jefes militares. El «Nuremberg» a cargo de fiscales que quedaron en la historia: doctores Julio César Strassera y Luis Gabriel Moreno Ocampo. El gobierno de Alfonsín mandaba a juicio a los genocidas. Entre 1984/85 la sociedad asistió a espeluznantes testimonios de perseguidos, sobrevivientes y víctimas de la dictadura. Nada sería igual.
(*) Columnista de La Señal Medios, Libre Expresión y Mundo Amateur