La actitud del gobierno al no acompañar la resolución de la OEA sobre las elecciones venezolanas y si hacerlo con el Grupo de Puebla agota el debate: el proyecto es ser como el país caribeño.
Aún para quienes no acompañaron el proyecto político kirchnerista desde su génesis resultaba difícil aceptar seriamente que la idea que encarnaba buscaba para Argentina un destino similar a la Venezuela de Chávez, convertida luego en trágica caricatura por Nicolás maduro.
Máxime cuando los exégetas del dictador caribeño eran personas de escasa preparación política y dudoso equilibrio emocional como Diego Armando Maradona -cuya genialidad se iniciaba y se agotaba dentro de un campo de juego- o Hebe de Bonafini, dueña de todos los desmanes conceptuales imaginables salvo, claro está, a la hora de embolsar dineros públicos para sus emprendimientos personales.
Pero no…estábamos equivocados. Y en las últimas horas ha caído el velo de cualquier duda que pudiese existir…
Tras la parodia electoral del domingo, en la que el 70% del pueblo venezolano tuvo el coraje de sobreponerse a las amenazas del régimen y vaciar de legitimidad el comicio al riesgo que fuese, el mundo se unió en el rechazo a esta nueva burla cívica. Lo hizo a través de la OEA, de la Unión Europea y del repudio de países individuales como Canadá, EEUU, Alemania, Bélgica, Gran Bretaña y varios más.
Y Argentina estuvo ausente de ese rechazo, aunque a las pocas horas apareció acompañando el respaldo a Maduro del parcial e irrepresentativo Grupo de Puebla -que se compone de voluntades ideológicas particulares sin reconocimiento internacional alguno- al que el presidente Alberto Fernández adhiere en su carácter de apoderado de segundo orden de Cristina Fernández de Kirchner.
Porque es Cristina, cuya campaña electoral de 2007 fue financiada con fondos del chavismo, la que en realidad encarna el proyecto populista que, desde siempre, ha considerado esencial para consolidarse construir una masa paupérrima y dependiente del estado que le asegure la base electoral necesaria para mantener el poder por tiempo indeterminado.
Como en Venezuela, Nicaragua o Cuba, millones de personas saben que sosteniendo este tipo de proyectos políticos tendrán asegurada su subsistencia básica, dependiendo del estado y sin ver en el horizonte algún proyecto político que los mueva al entusiasmo, al compromiso y al sacrificio de trabajar para un futuro mejor sabiendo que ese esfuerzo va a ser compartido por todos.
Porque al delirio miserable y especulativo del populismo kirchnerista se le opone el egoísmo no menos despreciable de quienes desaprovecharon la oportunidad de cambiar las cosas y durante cuatro años se dedicaron a sus negocios personales y a mantener impunes a los corruptos con la diminuta especulación de que, libres y candidatos, serían presa fácil en los comicios de 2019. Y así nos fue a todos.
Y hoy, ya sin disimulo ni debate alguno, el delegado personal que la ex presidente colocó en la Casa Rosada para digitar como un robot a control remoto, nos lanza en brazos de Venezuela, de espaldas al mundo y ya en camino a una dictadura con formas de democracia que comenzará a funcionar con el cambio del sistema electoral vigente para volver al dedo sin discusión de la dueña del poder real.
Decía el viejo dicho popular que «a confesión de parte, relevo de pruebas», ese axioma jurídico que significa que quien confiesa algo libera a la contraparte de tener que probarlo..
Pues bien…de eso se trata el presente argentino.