Por Adrián Freijo -«Es pobre la mitad de los adultos mayores de General Pueyrredon» reza el título de un informe del diario La Capital. Detrás de la noticia, una verdad que todos conocen y callan.
Genocidio: «Aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos». Y a esta definición de manual de tan infame conducta podríamos agregar que también ocurre cuando el estado asume la decisión de no cubrir las necesidades básicas (alimento, salud, seguridad,vivienda y hasta ocio) de una franja creciente de nuestra sociedad que a juicio de las autoridades supone solo un gasto y no una franja ciudadana de plenos derechos.
Carina Ponce, responsable del área Adultos Mayores de la Defensoría del Pueblo bonaerense, precisó que en General Pueyrredon las personas de más de 60 años representan cerca del 20% de la población. “La mitad vive en hogares pobres”, dijo Ponce a LA CAPITAL.
Ese solo dato habla de la creciente conurbanización de nuestra ciudad, lo que tira por tierra aquella mirada bucólica de «los abuelos que una vez jubilados van a pasar sus últimos días a Mar del Plata porque allí viven tranquilos y felices».
Eso sería antes…hoy la Mar del Plata profunda, esa sin servicios, sin trabajo, sin salud, sin transporte y sin nada, ha envejecido con su gente y ya son cientos de miles los adultos mayores que la padecen.
Además, de los 135 mil jubilados que tiene el partido, actualmente hay 35 mil sin prestador designado por la obra social. Los otros, es sabido, reciben una prestación insuficiente, de baja calidad y por momentos inhumana.
Como si semejante padecimiento fuese poco, vale recordar que en enero de este año las autoridades de la obra social de los jubilados argentinos emitió la Disposición Conjunta 0005/17 que recorta el acceso a los medicamentos, hasta ese momento garantizado en un 100%.. Ello obligó a muchos adultos mayores a suspender tratamientos médicos ante la imposibilidad de hacer frente al pago de la medicación. Lo que no resulta extraño en una ciudad en la que el 75% de los jubilados cobra el haber mínimo de $ 6300.
En las últimas horas la delegación local de la Defensoría del Pueblo ha hecho pública la apertura de una oficina específica para atender la problemática de la Tercera Edad.
Tarde; muy tarde. Todo huele a chamusquina electoral y a un intento por salir al paso a la presentación de un proyecto de Defensor de la Tercera Edad que en las últimas horas fue presentado en el Concejo Deliberante por el bloque del Frente Renovador.
Y es que en ese espacio se mueve Mirta Tundis, eterna defensora de los derechos de los jubilados, que ha trabajado en emprendimientos similares en otros lugares de la Argentina. Es inconcebible que esa franja etarea, cada vez más amplia en el mundo por el avance de la medicina preventiva y la gerontología, no tenga hasta el momento un funcionario encargado de abogar por sus múltiples problemas en una ciudad como la nuestra que tiene el porcentaje más alto de individuos por arriba de los 60/65 años de todo el país.
Pero cuando las cosas se hacen por espasmo y especulación electoralista, es seguro que pasado al comicio quedan en el olvido. ¿Porqué la Provincia no se preocupó antes en crear un área específica para los adultos mayores?, ¿tuvo que aparecer la mano de Tundis, siempre tendida a los abuelos, para que «se descubriera» la necesidad de contenerlos?.
Pura chamusquina, más de lo mismo. La eterna convicción de que «los viejos son tontos y se creen todo».
Un error estúpido de mentes irresponsables y, en algún punto, criminales. Esas que ponen en evidencia a una sociedad que no entiende el valor de sus mayores, la necesidad de apoyarse en su experiencia y la ventaja de tener el espejo de «aquel» país que ellos hicieron para que se mire «esta» vergüenza que hoy tenemos.
Pero es claro que esa es una lección que nunca aprenderemos…