Alberto descubrió la inseguridad y la usó para alejarse de la mirada «K»

RedacciónUna larga y por momentos desvariada exposición acerca de uno de los problemas que más angustian a los argentinos deja en evidencia que en este tema tampoco hay plan ni diagnóstico.

«Tarde me di cuenta que al final se vive igual fingiendo» podría cantar, acompañándose con su guitarra y la segunda voz de Dylan el presidente Alberto Fernández quien hoy pareció contradecir todos y cada uno de los gestos de indiferencia y desinterés que su gobierno ha tenido frente al clamor de la sociedad por meter mano en la lucha que todos queremos que el estado de contra la inseguridad, la corrupción y el narcotráfico que amenazan con quedarse con el verdadero poder en la Argentina.

Quien hablaba desde el escenario parecía ser representante de una línea de acción frente al delito que en nuestro país, huelga decirlo, brilla por su ausencia.

El mandatario consideró que “una de las causales del delito es la desigualdad” y remarcó que “tiene que reconocerse” este aspecto para encarar una solución “integral” al problema de la inseguridad, aunque no asumió la cuota parte de responsabilidad que le cabe a su espacio político -que gobernó casi 30 de los últimos cuarenta años de constante decadencia nacional-  al encabezar una reunión del Consejo Federal de Seguridad Interior en el Centro Cultural Kirchner.

Fernández consideró hoy que «el derecho a vivir seguro en una sociedad es también un derecho humano», en lo que pareció una forma de reconocer la demora del sector político que representa en dar carácter de tal a las víctimas: hasta ahora el kirchnerismo siempre puso el acento en la defensa de los derechos de los delincuentes, abandonando en la mayoría de los casos a las víctimas a su propia suerte.

Afirmó también que la “justicia debe ser más eficiente” a la hora de combatir el delito menor que “se cobra vidas en las calles”.

«Si la Justicia no actúa del modo que tiene que actuar ese sistema se quiebra, se pierde la credibilidad, y el delincuente se ve librado y la sociedad sufre mucho más» sorprendió el mandatario dejando entrever que, también en esto, comienza a agrandarse la grieta que lo aleja de las posiciones de su vicepresidenta.

Consideró luego que “hay que internacionalizar la lucha contra el crimen y en narcotráfico”, algo que sorprendió a los presentes toda vez que en realidad instituciones como Interpol existen a tal efecto desde hace casi un siglo, las normas internacionales en materia de prevención y represión del delito otro tanto y -en lo específicamente referido al narcotráfico- hoy existe un entramado legal que pasa por la persecución al tráfico y al lavado que prácticamente no deja espacio por cubrir.

Pero claro…enfrascado en sus cuitas internas no es justo exigir al mandatario que conozca de estas minucias.

Del encuentro participan representantes del FBI, la DEA y agencias europeas con el objetivo de «conocer en profundidad la naturaleza de las amenazas contra la seguridad pública».

Si lo afirmado por el titular del Poder Ejecutivo representa un cambio de paradigma, reclamado por la sociedad desde hace más de una década y no atendido por los sucesivos gobiernos kirchneristas, seguramente será acompañado por una ciudadanía harta de ver como sus derechos y libertades individuales son avasallados por delincuentes cuidados y prohijados por un poder político que con su actitud ha puesto en duda hasta la credibilidad pública en la capacidad del sistema democrático para dar respuesta a sus necesidades.

Con una economía quebrada, un éxodo imparable de jóvenes en busca de oportunidades por el mundo, un sistema educativo considerado de los peores del mundo, aislados de los centros de decisión mundial a partir de políticas internacionales erráticas y cambiantes, con el empleo formal destruido y más de la mitad de la población políticamente activa sumida en la informalidad o el desempleo y una inflación imparable que destruye el poder adquisitivo del salario y condena cada día a miles de argentinos a caer en la pobreza, la necesidad de respuestas oficiales al mínimo derecho de transitar por las calles del país sin ser víctima de un delito aparece como la mínima pretensión posible de una sociedad inerte.

Baste recordar que siete de cada diez argentinos ha sufrido algún acto de inseguridad en persona o en su entorno más cercano…

Tal vez ya era tiempo que el presidente tomara nota de ello…aunque mañana pida un aplauso para Cristina por repartir planes, salarios y salidas entre los presos del país.