Por Adrián Freijo – La firma del acuerdo de adhesión a la llamada Ruta de la Seda supone el final de un ciclo de entrega que se convierte así en un negocio que la historia juzgará como ruinoso y terminal.
Los gobiernos de Argentina y la República Popular de la China acaban de anunciar la firma de un convenio por el que nuestro país se integra a las naciones que conforman lo que se ha denominado «Iniciativa de la Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI « y que supone el instrumento principal que el país asiático utilizará para convertirse en la gran superpotencia del siglo XXI.
Debatir las incumbencias ideológicas de una decisión que atraviesa a los tres últimos gobiernos constitucionales del país sería tan poco objetivo como innecesario: al final del presente informe veremos que Argentina es hoy una nación que hace lo que puede, aunque a ello debamos agregarlo que además lo hace mal, sin mirada estrategia y por supuesto sin una gota de patriotismo.
Pero vale la pena seguir el desarrollo de esta historia porque de alguna manera viene a cerrar el círculo de nuestra decadencia histórica y convierte en inviable algún camino hacia el desarrollo de nuestra economía, nuestra riqueza institucional y nuestro lugar de protagonismo en el nuevo tiempo que nace al mundo.
Veamos si no…
-Tres gobiernos, una misma historia-
Allá por el año 2014 el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner firmó un acuerdo de SWAP con el gobierno chino. Pese a los esfuerzos por hacer creer la población que ello representaría comercio e inversiones, poco tardó en saberse que solo se trataba de un aporte no disponible para fortalecer las reservas del BCRA que en ese momento, una vez más, se habían evaporado.
Desde Libre Expresión alertamos acerca de aquella realidad que, como ahora quedará demostrado, iniciaba el camino del negocio más ruinoso de la Argentina en toda su historia, que lo llevará en pocos años a la pérdida de su soberanía productiva, comercial y financiera en manos del gigante asiático ( Ver: El Banco Central activó el swap con China).
Unos años después después, en diciembre de 2018, firmaron una ampliación del acuerdo que vino a completar los U$S 20.000 millones, algo que también informamos en nuestro portal (Ver: Cuidado: los chinos siguen poniendo fichas en nuestras reservas). En esta ocasión fue el gobierno de Mauricio Macri, representado en el acto por el ministro Nicolás Dujovne, quien tras haber criticado fuertemente el primer tramo no solamente lo amplió sino que lo consolidó.
No pasó mucho tiempo hasta que nuestros temores se convirtiesen en realidad: en noviembre de 2021 los argentinos nos enteramos que el por entonces Jefe de Gabinete del gobierno del Frente de Todos, Santiago Cafiero, había firmado un nuevo convenio con la República Popular China en el que prácticamente le entregaba la llave de los principales sectores productivos del país. (Ver: 几乎没有留下用中文说话 (falta poco para hablar en chino)).
La estrategia implementada por el país asiático consiste en aumentar la presencia de su moneda en el mundo. El proceso de internacionalización del yuan alcanzado en los últimos años se realizó con el objetivo de convertir a esta divisa en una de las principales monedas de reservas a nivel mundial, algo que a fines de 2015 fue aceptado por el propio FMI.
Sin embargo, y en los hechos, Beijing ya comenzó entonces a desarrollar la estrategia de penetración comercial -con el criterio geopolítico que caracteriza a estas dos primeras décadas del siglo XXI pero en realidad es hijo del fin de la Guerra Fría y la Tercera Ola iniciado en los 90- que se acelera ahora cuando el verdadero capital en juego es el del conocimiento y los gigantes tecnológicos operan como los ejércitos de ocupación de aquellos años de la centuria pasada.
Así como los beneficiarios de la Revolución Industrial consolidaron su riqueza comprando tierras -base de un mundo pastoril que comenzaba a abandonar el centro de la escena- los que hoy comienzan a aparecer como los ganadores de la batalla tecnológica cierran las puertas a sus espaldas apropiándose de lo que hasta ayer nomás era el capital más preciado de un mundo ahora en retroceso: energía, minería, agua potable y por supuesto comunicaciones.
«La Ruta de la Seda» aparece entonces como el instrumento principal de aquella estrategia China y no son pocos los países que han ingresado al acuerdo sin que entre ellos pueda hacerse una verdadera distinción ideológica. Sería un error imperdonable el caer en la tentación de creer que solo naciones pobres, emergentes y atravesadas por problemas se acercan a esta alianza comercial; por el contrario son muchas las naciones de todo el mundo que aceptan integrarla: Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Kazajistán, Laos, Myanmar, Paquistán, Rusia, Singapur, Tailandia y Vietnam, Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, México, Panamá, Perú, Venezuela.
Veremos que la diferencia radica en el cómo y el hasta adonde de cada uno de los convenios…
-Argentina y un acuerdo ruinoso-
En el caso de nuestro país no dudamos en sostener que el resultado final de la alianza estratégica supondrá el acuerdo comercial y político más ruinoso que la Argentina haya firmado en toda su historia.
Aquellos primeros pasos descriptos más arriba, con los SWAP chinos como telón de fondo y las concesiones que nuestro país debió ceder en función de la instalación de bases estratégicas de dudosa finalidad en el sur o el avance sobre áreas como la energía y la pesca.
Desde entonces la decisión china de controlar los resortes clave del aparato productivo y exportador de la Argentina no supo de pausas. A la par de su expansión en el negocio minero, con inyecciones de capital para el dominio de las reservas domésticas de litio, la demanda aumentada de carne, y las negociaciones para sembrar mega granjas porcinas en distintos puntos del país, la potencia sumó prontamente la decisión de ir por la arteria clave del complejo sojero y participar de la licitación por el servicio de dragado, balizamiento y mantenimiento de la hidrovía Paraná-Paraguay.
Y si bien en una primera etapa la fuerte presión de los gremios marítimos -en general la estructura sindical argentina se opone al avance de la presencia china en la economía nacional por las insalvable disparidad de la legislación laboral de una y otra nación y el temor a la pérdida de privilegios- logró evitar la concreción del negocio, es vox pópuli que el compromiso tomado por Cristina Fernández de Kirchner durante su segundo mandato culmina con la entrega del estratégico manejo al país asiático.
¿Cuál es el margen que el actual mandatario argentino tiene para imponer condición alguna en una negociación?.
Urgido de fortalecer las evaporadas reservas, sin financiamiento ni planes de inversión que vengan del mundo capitalista, con el acuerdo con el FMI trabado hasta el riesgo de ruptura pero además sin otro destino que no sea el de ganar un poco más de tiempo, ese espacio es probablemente nulo.
Si su propia jefa política primero y Mauricio Macri después terminaron cediendo a las condiciones impuestas por Beijing y lo hicieron desde la necesidad de fortalecer reservas monetarias para poder sostener un alto gasto publico, ¿qué se puede esperar del mandatario más débil interna y externamente que el país ha tenido desde el retorno de la democracia?
El comunicado oficial del gobierno chino habla de la construcción conjunta de la Franja y la Ruta de “alta calidad” que pondrá en juego “ventajas complementarias” para llevar a “buen puerto los importantes proyectos existentes en materia hidroeléctrica y ferroviaria, y profundizar la cooperación en áreas de comercio, agricultura, energía, minería, infraestructura, inversión, financiación y lucha anti epidémica”.
Sin números, sin proyectos concretos y sobre todo sin la aclaración básica que pondría en evidencia lo ruinoso de este acuerdo para nuestro país: el financiamiento de los negocios anunciados no será a través de inversiones genuinas sino que se llevará adelante con aquellos más de U$S 20.000 millones que componen los tramos de SWAP ya depositados desde 2014 en el BCRA.
Para decirlo con más claridad, China se quedará con sectores estratégicos del desarrollo nacional sin aportar un solo dólar, yuan o peso más de ingreso real a la Argentina.
Durante ocho años no pudimos utilizar el SWAP para otra cosa que no fuese un aval virtual y escasamente sólido de la alocada emisión monetaria -de hecho la presencia de esa moneda de respaldo nada pudo hacer contra las recurrentes corridas cambiarias o la inflación- y ahora debemos entregar una buena parte de nuestra economía para recibir solo más de lo mismo.
-Mar del Plata en la mira de la pesca china-
Entre los lugares elegidos por China en nuestro país se encuentra justamente Mar del Plata, y ello tiene que ver con otro de los items de los acuerdos a firmar: la industria pesquera local está en la mira del estado chino y sería la llave para ingresar, de pleno derecho, por la puerta del Atlántico Sur. Un viejo sueño que de la mano de la pesca ilegal ya comenzó a transitar desde hace décadas.
El pomposo nombre del informe chino acerca de lo firmado, titulado «Memorándum de Entendimiento entre el Gobierno de la República Popular China y el Gobierno de la República Argentina sobre la Cooperación en el Marco de la Iniciativa de la Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI «
Allí queda en claro que el objetivo de la pretendida superpotencia es ampliar los alcances de la ruta marítima, tener acceso a los puertos de los países asociados y de esta manera blanquear actividades pesqueras que por su intensidad son claramente depredadoras.
La ruta marítima que formará una de las piezas clave de la iniciativa OBOR -One Belt-One Road (Un Cinturón-Una Ruta)- cuenta con que siete de los diez puertos más grandes del mundo están en China y, como es sabido, estas infraestructuras hacen del gigante asiático un importante exportador de servicios de gestión portuaria.
Pero no solo se trata de inversiones: la ruta marítima también atravesará el Mar del Sur de China, para dirigir sus buques hacia los puertos costeros del Pacífico Sur. Con ello, China también controlaría las rutas de las imprescindibles materias primas que le llegan de los países hispanoamericanos, incluidos los que como Argentina y Chile son hoy víctimas de la depredación de la flota de más de 200 pesqueros chinos que deambulan en aguas internacionales a la espera de ingresar en nuestras plataformas soberanas y llevarse nuestra riqueza.
Pues bien, el contenido del acuerdo lleva a la rápida firma de un convenio de apoyo logístico y de infraestructura con empresas argentina, lo que será la llave de entrada de esas embarcaciones a puertos y astilleros nacionales. Lo que era ilegal se convertirá entonces, y en muy corto plazo, en un negocio legítimo de un volumen con el que nuestras pesqueras no estarán en condiciones de competir. ¿Será por eso el urgente y desprolijo asociativismo que algunas, radicadas en Mar del Plata, están desarrollando con pares de esa bandera?.
-Resumen de una entrega-
Un gigante en expansión acaba de firmar un acuerdo de sociedad con una enano atado de pies y manos. No puede encontrarse una imagen más adecuada a lo que acaba de ocurrir tras el viaje de Alberto Fernández a China.
El lento pero seguro crecimiento de la influencia asiática en nuestra economía y nuestras finanzas, ha quedado plasmado ahora en un papel que le impone condiciones de privilegio para manejar áreas sensibles como la minería, la agricultura, la energía, el agua potable, las comunicaciones y el transporte. Claramente, todas las áreas sensibles para el desarrollo nacional.
Y una vez más, como ocurriese en los albores del siglo XIX con nuestro país metido a la fuerza, y sin otra chance que el voluntarismo de los criollos como arma de resistencia, en las pujas entre Napoleón y el resto de Europa, o ya entrado el siglo XX como objetivo estratégico de los grandes contendientes de la Guerra Fría, el XXI nos encuentra enfrascados en nuestra propia grieta, debatiendo una agenda del pasado, estirando la mano para recibir limosnas y remiendos sin mirar que damos a cambio y ya destinados de manera irreversible a ser furgón de cola de un tiempo en el que el mundo se encuentra enfrascado en la lucha sin cuartel que llevará a conocer quien será el dominador de este tiempo y cuales serán las reglas de juego que lo regirán.
Y nuestro presidente regresa de su gira blandiendo como un éxito lo que será, sin duda alguna, el acuerdo comercial y político más ruinoso que recuerde nuestra historia contemporánea.
Algo que no deberemos esperar demasiado para ver corroborado.