Redacción – No alcanzó con el papelón de la fiestita de Fabiola ni con las idas y vueltas en los temas que le tocó encarar. Ahora su última bandera, la honestidad, cae hecha jirones por nueva denuncia.
«Si hay algo de lo que siempre he hecho culto es la honestidad» dijo hace una semanas el presidente Alberto Fernández poniendo lo que él cree una virtud, cuando en realidad se trata solo de una característica que debería ser propia de cualquier ser humano y mucho más en quien ejerce un alto cargo que le ha sido confiado por sus conciudadanos. Pero es que frente al escándalo producido por el festejo cumpleañero de la primera dama, y el escaso éxito conseguido por el mandatario en su esfuerzo por descargar en ella toda la culpa de lo ocurrido, la honestidad se convertía en el único bastión que quedaba en pie para recuperar algo de la credibilidad que se le escapaba irremediablemente entre sus manos.
Pero no es este el mejor momento de Alberto…ni mucho menos.
Ahora esa honestidad queda en controversia al conocerse que personalmente movió influencias para beneficiar con millonarios subsidios a su peluquero personal, lo que representa la comisión de tres delitos diferentes pero conexos: «tráfico de influencias», «exacciones ilegales» y «negociaciones incompatibles con la función pública».
El peluquero de Alberto Fernández, Marcelo Cuggini, era uno de los que visitaron la Quinta de Olivos en plena cuarentena de coronavirus pese al aislamiento obligatorio y reconoció que el Presidente le propuso armar una fundación para recibir subsidios del Gobierno. Y que el propio mandatario lo puso en contacto con el ministro de Trabajo Claudio Moroni quien lo orientó en el trámite, lo asesoró en la documentación que debía presentar y terminó autorizando una primera entrega del susidio -habría otras posteriores- por $599.869, el 16 de julio de 2020, a la flamante Fundación Marcelo Cuggini para el dictado de talleres de “orientación laboral” y “cursos de orientación profesional”.
Ahora, desde la citada «fundación» sin sede ni actividad alguna, se indica que el subsidio nunca se cobró ya que la denuncia realizada por el primo dl propio beneficiado «generó un escándalo tal que el gobierno resolvió dar de baja el beneficio» sostuvieron.
Y el propio denunciante, el conocido coiffeur Fabio Cuggini, reconoció que «lo dieron de baja por el escándalo que armó cuando se enteró que le habían adjudicado el subsidio a su primo». Pero el beneficio ya había sido otorgado y sin pasar por los pasos administrativos exigidos.
Un nuevo escandalete en el entorno presidencial, una muestra del poder utilizado para favorecer amigos y allegados y seguramente la necesidad de una nueva explicación que, pese a los gritos y caras de enojo que parecen dar marco a cada nueva presentación pública de Alberto, seguirá siendo insuficiente mientras el presidente siga moviéndose en la barrosa vereda de la ambigüedad.
Y una investidura cada día más ajada y humillada por quien debería honrarla.