(Redacción) – A cincuenta años de la primera medalla mundial para un marplatense, el HCD vivió una mañana de recuerdos y emociones de la mano de un deportista que hizo historia.
Estaba su familia, lo acompañaban los amigos y también una Nora Alicia vega como representante de tantas glorias locales del patín carrera que lo tuvieron como espejo.
Lo recordó Ariel Ciano, titular del cuerpo, quien recorrió los grandes logros del deporte mundial poniendo como hito aquella jornada de hace medio siglo en la que Hugo conmovió a Mar del Plata con una noticia que nunca antes había estallado en los titulares de los diarios o en las radios: la ciudad tenía un Campeón del Mundo.
Lo homenajeó Nora al contar aquella admiración que sentía cuando a los cuatro años su padre la llevaba al viejo patinódromo y pasaba las horas apoyada en la baranda que separaba sus ilusiones de la figura de ese mito viviente que, junto a sus inseparables mosqueteros Scafatti y Narciande se entrenaba con el esfuerzo amateur de quien había tomado como un escalón más aquel título del que todos hablaban en Mar del Plata.
Y lo redondeó el campeón cuando, con esa gracia descriptiva que lo hizo un hombre querido por todos los que tuvimos el honor de conocerlo, contó las más jugosas anécdotas de ese día de gloria y logró que todos los presentes sintiésemos por un instante que estábamos ahí, un 4 de julio de 1965 en la ciudad de Wettéren (Bélgica), junto al cordón de la vereda y a la altura de aquella meta que lo vio cruzar enhiesto, casi furioso y sin saber que la carrera ya había terminado.
Pero claro, el maestro no podía faltar a la cita. E Ibarguren lo es; tal vez por eso prefirió extenderse en el valor del deporte, en la necesidad de fomentar en los chicos el amor por alguna disciplina y en el recuerdo de aquello que le dijo en Puerta de Hierro el propio Perón, cuando fue en tiempos difíciles a ofertarle la medalla conseguida: «vea m´hijo, el chico que hace deporte será un buen estudiante, un buen padre y un buen dirigente. Porque el que practica uno tiene que seguir una disciplina y ajustarse a un reglamento; y eso hará que en la vida sea una persona ordenada y útil. Pero además…¿qué otra cosa que continuar ese amor por el deporte podrá encontrar que no sea convertirse en dirigente para volcar en los que le siguen toda su experiencia?». Y aquellas palabras del hombre al que tanto admiraba y amaba se hicieron carne en este gigante del deporte argentino.
¿Cincuenta años no son nada?; a veces -cuando el homenaje se demora o se retaceo- parece que la vida desmiente las palabras de Alfredo Le Pera a las que el inmortal Carlos Gardel supo poner música.
Pero cuando se está en presencia de una figura como Hugo Ibarguren, con su frescura, su entusiasmo y sus ganas de seguir dando, se toma conciencia inmediata que por algo la sabia lengua castellana acuñó el término «inmortal» para definir a esa clase de hombres que proyectan cada mañana la sombra gloriosa de sus hazañas para que los que vienen las tomen, las imiten y las conviertan en leyenda.
Y para que toda una ciudad se sienta honrada de poder decir..«Ibarguren…¿el campeón del mundo?…¡¡¡ pero si es nuestro!!!»
Con perdón de su Necochea natal.