Aníbal el humorista, Alberto el aplaudidor y el país que perdió la risa

Por Adrián FreijoSi no fuese por la gravedad de los hechos podríamos suponer que el incidente entre Aníbal y Nik se inscribe en una competencia de humor. Aunque sea del peor que existe.

 

Para el Presidente, la polémica entre el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, y Cristian Dzwonik, el dibujante conocido como Nik, “es un tema terminado”  y considera que el pedido de disculpas que el funcionario le ofreció al historietista es suficiente  por lo que desestimó el pedido de la oposición para que le exija la renuncia.

¿Tema terminado?, ¿alguien le explicó al delegado vicepresidencial en Balcarce 50 que los temas comienzan o se acaban cuando la gente lo decide y no cuando un funcionario lo interpreta?.

Pasadas las horas desde la grosera intervención del funcionario el enojo de los argentinos ha tomado un crecimiento que está lejos de hacer pensar que para la sociedad la cuestión está zanjada. Y la tibieza de la explicación de Aníbal Fernández, que pretendió convertir en «un simple debate» su inocultable acto de autoritarismo que rozó la amenaza directa, solo sirvió para encrespar aún más los ánimos.

Y es que el cuestionado ministro parece no comprender el delicado momento por el que transita el gobierno que él integra y seguramente en esa incomprensión se encuentra el motivo de su desacertado proceder. ¿No sabe Aníbal que estas actitudes solo sirven para aumentar la percepción de que en la Casa Rosada reina la anarquía porque en realidad a nadie le importa el daño que una actitud puede aportar a la ya desgastada imagen presidencial?.

Porque la estupidez del quilmeño -no puede definirse de otra manera el conflicto que disparó innecesariamente- solo se entiende en un gabinete desintegrado en el que algunos pocos remiten al presidente y la gran mayoría, incluido el protagonista del bochorno, solo piensan en lo que pueden hacer para halagar a Cristina.

Y así como la vicepresidente logró en 2015 el «milagro» de perder la provincia de Buenos Aires por el capricho en poner al frente de la candidatura a gobernador a uno de los dirigentes más desprestigiados de la política argentina, ahora vuelve a dinamitar cualquier posibilidad de remontada al ingresarlo con fórceps y sin lógica alguna a un gobierno que, se presume, quiere volver a enamorar a la sociedad. ¿En serio cree Cristina Fernández que es Aníbal un protagonista aconsejable de ese mensaje?.

De ser así el Frente de Todos está en un verdadero problema.

Como lo está, y tal vez definitivamente, un presidente que ha perdido cualquier atisbo de respeto que la ciudadanía pudiese haber tenido en algún momento hacia su figura. Y que ahora, por culpa del «guapismo a la violeta» de su ministro de Seguridad, debe salir nuevamente a exponer su carácter de mandadero y tratar de minimizar lo que para los argentinos ha sido un verdadero escándalo.

El jefe de gabinete Juan Manzur, que aclaró que «es el Presidente el que define quiénes son sus colaboradores no dudo en afirmar que «fue muy desafortunado (el tuit de Fernández)» diferenciándose también de la tibia actitud presidencial. No son pocos los que hoy afirman que el tucumano «se cortó solo» en el manejo del gobierno y cree que para consolidar sus inocultable expectativas hacia 2023 necesita marcar alguna distancia de la imparable caída de la imagen de su jefe formal. Así serían las lealtades con las que por estas horas puede contar Alberto…

Si no fuese por lo grave de la situación general y por la peligrosa señal que el mensaje de Aníbal al humorista y su familia representa, tendríamos derecho a pensar que desde el poder de la república se ha resuelto confrontar con Nik en el terreno del humor. 

Aunque el chiste sea de los peores que se han escuchado en muchos años…