Apostaron a Canadá desde Mar del Plata y ahora son dueños de una panadería que es furor

Santiago es marplatense, vive cerca de Montreal con su mujer y sus hijas. El plan familiar los llevó a elegir Canadá como destino para trabajar. Ya habían vivido en Miami, regresaron a Mar del Plata y volvieron a optar por empezar de cero en el exterior. Ahora son los dueños de una panadería llamada “Bec Sucré” (pico dulce, en español) que despertó gran interés en una de las áreas francesas de Canadá.

Nos fuimos de Mar del Plata en el 2001 antes de la crisis, éramos muy chicos cuando nos vinimos con mi mujer. Nos casamos el 12 de enero y el 14 nos fuimos a Miami, donde estuvimos 7 años trabajando en gastronomía, tuvimos dos hijas, y en 2007 decidimos volver a Argentina. Tuvimos un restaurante en Playa Grande. Pero en 2010 decidimos irnos a Canadá a trabajar. Fui a una charla en Buenos Aires donde te explicaban los requisitos que se necesitaban para ir a allá, tenía que ser menor de 30 años, y llegar a determinados puntos. Los trámites tardaron dos años, y ahí nos dieron la visa para venir a Canadá con residencia permanente, que tiene un montón de beneficios extras”, explicó Santiago Issazadeh en diálogo con Radio Brisas

Además, agregó que tanto a él como a su mujer les gusta mucho la aventura y conocer lugares. “Acá nos gustó siempre, se habla francés, siempre los tildan de fríos pero son más parecidos a la forma de ser del argentino, de juntarse en bares, de comer bien, es más europeo”, expresó Santiago. 

Por otro lado, manifestó que al llegar no tenían ni amigos, ni conocidos. “Llegamos a un hotel que teníamos una semana reservado y la idea era salir a buscar un departamento para alquilar, con mi mujer, dos hijas y mi gato. En ningún lado aceptaban animales. Encontré un lugar a la segunda semana, nos mudamos y nos dimos cuenta de que no teníamos nada, solo ropa. Y no tenía auto así que iba y venía con el carrito de supermercado”, comentó.

Tener la residencia era solo el primer paso. Había que empezar a buscar trabajo. “Llegamos, me compré una impresora y me imprimí el currículum en inglés. Después de buscar, encontré trabajo en un restaurante libanés, tenía experiencia pero me pusieron a servir agua en las mesas durante cuatro meses. Un día me puse a hablar con un señor que resultó ser el dueño del restaurante de al lado y me dio trabajo como cocinero donde trabajé dos años. Después nos mudamos cerquita de la montaña, en un lugar que tiene nieve. Vimos un lugar que estaba en alquiler y mi mujer insistió en poner una panadería, no era tan caro así que lo alquilamos y empezamos a arreglarlo, a pintar, y a los 3 ó 4 meses abrimos”, contó.

El primer día que abrieron la panadería, se llenó y a partir de ahí empezaron a trabajar más fuerte. “Son recetas argentinas y la gente de a poquito quiso probar. Hoy por hoy hago alfajores, medialunas, empanadas, coquitos, pero es una panadería francesa con cosas argentinas. Estamos hace 9 años y se corrió el rumor de que somos la panadería latina. El dulce de leche llega de Argentina y hay uno de Estados Unidos que es muy bueno, fuimos adaptándonos a la materia prima que hay acá”, resaltó. 

Con respecto a su pareja, señaló que se conocieron a los 21 años, cuando ella estudiaba Diseño Gráfico y Arquitectura y él trabajaba en restaurantes. Y reconoció que su mujer siempre le dice que el trabajo le insume mucha dedicación. “Cuando te gusta lo que hacés no te das cuenta. Yo trabajo 10 ó 12 horas por día y mis hijas también ayudan. Los clientes pasan a ser amigos, tenemos varios clientes argentinos con los que armé un grupo de WhatsApp, somos 20 que nos juntabamos a jugar al truco, salimos hacer karting, snowboard. Si bien hablo francés e inglés no hay como hablar tu idioma. Si no, sos otra persona. A parte todos conocen Mar del Plata, entonces contamos anécdotas de la ciudad”, remarcó. 

Cuando emigraron por primera vez, llegaron a Miami donde estaba su tía trabajando en un restaurante. Ella fue quien los convenció de mudarse por la gran diferencia económica a la hora de trabajar en gastronomía. “Entonces nos fuimos para allá, yo trabajé en una panadería argentina que recién abría. Nunca tuve todo muy planeado, las cosas se van dando, hay que estar abierto a todo. Tenés que estar activo, haciendo cosas, los puntos se van uniendo solos”, recomendó. Y agregó que “son países que ayudan mucho, cualquier cosa que emprendas o laburo que agarres siempre va bien. Nosotros en dos años nos compramos la casa y al tercero abrimos el negocio, es todo muy rápido acá”.

Con respecto a la idea inicial de viaje, expresó que “cuando nos fuimos era para hacer plata y volver, pero te termina tentando y te quedás. Una vez que te vas del país es muy difícil volver, cuando conoces el exterior te dan ganas de volverte a ir. Cuando decidimos ir a Canadá,  tuvimos que pagar certificados médicos, ir a la policía para pedir antecedentes penales de Argentina y de Estados Unidos, hasta que un conocido de un amigo de mi papá nos ayudó. En Argentina siempre necesitas a alguien, acá no te hace falta”.

Por otra parte dijo que su hermano «llegó hace un año y medio y está fascinado, a la semana ya tenía dos trabajos en un restaurante y en un lugar de reparaciones de máquinas de café». Llegó a Canadá con su mujer y dos hijos, ella con una visa de estudio y él por ser su marido con una visa de trabajo. 

“Yo tengo 41 y mi hermano 40. Recién llega y ya está que no puede creer lo rápido que es todo acá, él siempre la estaba peleando en Argentina, con inspecciones, juicios laborales, muchos problemas. Acá se gana por hora y si decidís despedir a un empleado no hay subsidios ni aguinaldo. El empleado en Argentina quiere tener todas las de ganar y no se da cuenta que en el patrón genera un recelo. Yo a mis empleados le doy un aumento todos los años y no hace falta ni que me lo pidan”, indicó. 

En cuanto al clima, contó que llegó en abril y que al principio salía a caminar o a andar en bicicleta y se le congelaban las manos. “Pero después empezás a darte cuenta de la ropa que te tenés que comprar. La gente sale a caminar igual, a andar en bicicleta, te juntas con amigos para ir a hacer ski, snowboard, se congelan los lagos y hay gente alrededor patinando sobre hielo. Hacen su vida común y corriente aun con -15 grados”, aseguró. 

Fue a Mar del Plata por última vez en 2018 y, en ese sentido, recordó: “Salí a caminar por la costa, me encanta, yo todavía sigo sintiendo que mi casa es la de Mar del Plata, acá estoy a gusto pero no es lo mismo”.

Por último, recomendó a aquellas personas que tengan ganas de viajar que “no hay que tener miedo, hay que animarse, tomártelo como una aventura, una anécdota». Y se refirió a la multiculturalidad de la familia: «Mis hijas se encuentran con alguien, hablan español y dicen que son de Estados Unidos. No se consideran argentinas, sino americanas, tienen 15 y 17 años y quieren probar vivir en Nueva York y Miami. Nunca piensan en vivir en Argentina y eso me da un poquito de lástima porque tengo los mejores recuerdos de mi infancia ahí. Quizás cuando sean más grandes les va a dar curiosidad. Yo no ando con la camiseta de Argentina pero me encanta decir que soy de allá y charlar con argentinos. Cuando estoy en la panadería y escucho el tonito salgo a hablar con la gente”, concluyó. 

Escuchá la charla completa de Santiago Issazadeh con Florencia Cordero en el programa Un Lugar en el Mundo: