Apuntes sobre la opinión de la gente y el futuro de la economía

Por Fernando V. Alfonso – La primera impresión que me produjo el resultado general de la compulsa, es la prevalencia de la política sobre la economía; siempre creí que debía ser al revés.

¡Hola a todos!. Me tomé unos días para escribir esta columna, fundamentalmente por el tiempo político que vivimos en ocasión de las inútiles elecciones PASO. De todas maneras no hay que desperdiciar el análisis del humor ciudadano, luego de sucedido el engendro.

La primera impresión que me produjo el resultado general de la compulsa, es la prevalencia de la política sobre la economía. Siempre dí por supuesto que en Argentina, la buena percepción sobre la situación económica por parte de los votantes, implicaba un automático apoyo a los gobernantes. Dicho de otra manera: el «éxito» económico, implicaba siempre el éxito político.

Debo aclarar que el «éxito» económico no siempre fue genuino, muchas veces se trató de un espejismo que encandiló a los sufragantes. Ejemplos: Menem 1995 y Cristina Kirshner 2011.

En este tiempo macrista, la descangallada economía argentina empezó a cambiar su rumbo para bien, pero la mejora está sólo en las intrincadas variables estadísticas. No creo que pueda asegurarse que los argentinos viven en la opulencia, y por ello han apoyado al gobierno con su voto.

Es evidente que nuestros conciudadanos, han tenido en cuenta cuestiones diferentes de su bolsillo para dar su aprobación al gobierno. La falsificación de los datos económicos y la innegable corrupción del último gobierno, sumadas a la preocupante inflación con su correlato de estancamiento y pobreza, no pasaron inadvertidas para una sociedad que se revela cada vez más informada.

El gobierno actual operó correctamente para corregir algunos adefecios kirchneristas, como adecentar las estadísticas oficiales, salir de un ridículo default, terminar con el nefasto cepo cambiario, y atenuar la inflación. Y en otras facetas de la economía no hizo casi nada. Por ejemplo: no achicó el déficit fiscal, sino todo lo contrario; no supo reactivar la economía, sólo proclamó que nuevas inversiones lo harían por sí solas, una verdad de manual; no solucionó el problema del financiamiento estatal, sólo reemplazó la emisión monetaria por un peligroso endeudamiento; en definitiva exhibe una lista demasiado larga de materias pendientes.

Aquí conviene detenerse brevemente en un tema metodológico. El mismo consiste en la dicotomía entre gradualismo o políticas de shock.

Ante un diagnóstico claro de los problemas a encarar, estas dos vías se excluyen mutuamente. Optar por superar los problemas de a poco, implica dosificar el dolor a los ciudadanos tomando las medidas en cuotas y distribuídas en el tiempo. Por lo contrario el shock implica aplicar todas las correcciones de golpe como en el «Rodrigazo» de 1975. Obviamente el dolor es insoportable, pero el segundo método tiene la ventaja de poner la economía en condiciones muy rápido para emprender un nuevo esquema de política, cosa que no asegura el primer método.

Si el gobierno, como todo parece indicar, gana las elecciones «en serio» de octubre próximo; casi con seguridad y sin abandonar su gradualismo, adoptará un cambio de velocidad y de sentido en dos temas impostergables: a) Reforma fiscal que implique bajas en el gasto público y algunos impuestos de los pesados. Para ello, no sería extraño que cambiaran las reglas que rigen en el sistema financiero. b) Reforma de las leyes del actual esquema de contratos de trabajo, bajas de aportes patronales incluídas. Esto es necesario, pero no quiero ni pensar en los conflictos gremiales subsecuentes. Lo de conflicto es al sólo efecto de guardar la formalidad…

Mientras segimos observando la campaña política, seamos cautos al tomar las decisiones microeconómicas de debemos, sabiendo que el ajuste es tan desagradable como inevitable.

Dedico esta columna a la memoria del Dr. Carlos Pellegrini, el primer ajustador institucional argentino.