Aquel día en que El Anillo del Capitán Beto estrechó mi mano

Escribe Adrián Freijo – El Flaco Spinetta, leyenda de la música pero también un arquero sobrio y efectivo. El capitán de San Román en una jornada inolvidable para quienes pudimos vivirla.

Muchas veces miraba la vieja foto y me decía «yo a este tipo lo conozco». Ni recordaba los nombres de aquellos rivales de una mañana de 1966 en la que se dejó inaugurada la Villa Don Bosco con un partido que se presentaba «chivo»: llegaba San Román, campeón de los intercolegiales porteños durante varios años.

El colegio había elegido un rival a la altura de las circunstancias y nuestra recién estrenada Selección Juvenil (formada mayormente por jugadores del 2do. y 3er año) no parecía tener muchas chances de triunfo, pese a tener jugadores de buen pié como el Beto Pagani, temibles goleadores como Carlitos Cora y sólidos defensores como Carlos «Marzolini» Mengoni.

Me tocó ser el «7» y capitán de aquel equipo y en esa función cambiar banderines con mi par de San Román. Un flaco alto, muy buen arquero y simpático pese a su timidez, que la noche anterior nos había invitado a compartir una «guitarreada» en el propio colegio en el que se alojaron por esos días. Ninguno de nosotros fue…teníamos cosas más importantes que hacer.

Ganamos 2-1, lo que se consideró poco menos que una hazaña, pero eso no tiene mayor importancia.

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Una buena atajada del Flaco Spinetta. A la izquierda el autor de la nota

«Yo a ese flaco lo conozco», me repetía cada vez que miraba la foto. Pero nada; no lo sacaba.

Hasta que un día en un viejo número de la revista Rolling Stones vi un reportaje a Luis Alberto Spinetta, en el que contaba de su adolescencia en el colegio San Román y su pasión por el fútbol al que jugaba justamente de arquero.

¡¡¡Ese era «el flaco» al que yo conocía!!!. El que intercambió banderines conmigo; el que nos había invitado a una guitarreada a la que no fuimos «porque teníamos cosas más importantes que hacer» que escuchar al que sería uno de los más grandes músicos que daría la Argentina.

Es verdad que con el paso de los años compartí muchas más horas con Spinetta escuchando su voz y sus letras y que hasta puede haber ocurrido que alguna de las veces en las que miraba esa imágen de antaño y me preguntaba por ese desgarbado capitán-arquero que estrechaba mi mano su voz estuviese sonando de fondo.

Pero lo que realmente me colmó de un orgullo que mucho se parece a la felicidad, fue saber que ese momento, único e irrepetible para mi y seguramente olvidado para el Flaco, nos perteneció exclusivamente a los dos.

El capitán Freijo y el Capitán Beto…nada menos.