No es la «grieta» lo más grave que nos ocurre; ni siquiera la mayor expresión de violencia. Nos atropellamos, nos golpeamos, nos matamos y nos despreciamos como si fuera lo más natural.
24 horas; tan solo 24 horas que se convirtieron en un verdadero muestrario del salvajismo nacional.
Un hombre tambaleante sobre la Garganta del Diablo, intentando suicidarse a la vista de todo el mundo. Lo retienen, llega la policía y como no está cometiendo ningún delito lo llevan al hotel en el que estaba alojado. Horas después Jorge Chueco, que de él se trata, intentaba o lograba nuevamente quitarse la vida. ¿Puede haber una sociedad más cruel que aquella que utiliza un vacío legal para dejar solo a un hombre que quiere matarse?.
Un joven declara que está de acuerdo con la instalación del sistema UBER en la Argentina. Su opinión le representa una salvaje golpiza por parte de un grupo de taxistas, delante de las cámaras de televisión y sin que por más de media hora se haga presente siquiera un móvil policial. El hecho ocurre en pleno centro, a cuatro cuadras de la Casa de Gobierno. ¿Pérdida del derecho a opinar distinto, impunidad, desaparición de esenciales valores de convivencia?. Póngale el nombre que quiera e igualmente será un despropósito de incivilidad.
Cuatro chicos mueren durante una fiesta electrónica que como todas ellas está repleta de drogas, traficantes e impunidad.
Viene pasando desde hace mucho -Mar del Plata en verano es el lugar elegido por los mercaderes de la muerte- pero nadie se atreve a «ponerle el cascabel al gato». No vaya a ser que los chicos se enojen; es preferible que se mueran.
Un día, tan solo un día que nos deja este ejemplo. Con el telón de fondo de familias inundadas, un dramático informe acerca de la gente en situación de calle en Mar del Plata y la obscena danza de la corrupción como tema de nuestras mesas.
Estamos enfermos; muy enfermos. ¿Tenemos cura?, no sé…a veces pareciera que ya llegamos tarde.
Ojalá nos equivoquemos.