(Redacción) – Los radicales quieren cargos en el ejecutivo y los propios también. Arroyo tendrá que pisar con firmeza en busca de su primero objetivo: preservar Cambiemos y no perder el control.
Carlos Arroyo trata de mantenerse lo más aislado posible de las presiones que por estas horas recibe desde varios frentes. Y es que en el radicalismo consideran poco lo que hasta el momento han cosechado de promesas de integrar el ejecutivo comunal que asumirá el 10 de diciembre.
«¿No pensará Arroyo que Serebrinsky es la UCR?, dicen los boinas blancas recordando las sucesivas defecciones del cuestionado Tato.
Y no solo pretenden al menos dos secretarías, tres subsecretarías , varias direcciones y dos entes descentralizados, sino que además quieren para sí la presidencia del Concejo Deliberante. «¿No es demasiado?», se preguntan atónitos desde las carpas arroyistas. «Che..¿estos se olvidaron que les ganamos las PASO?», preguntan los más chuscos que miran de reojo la posibilidad de quedarse sin nada.
Y Zorro Uno, inmutable y encerrado en la «mesa hiper chica» que comparte con su hijo Guillermo -al que algunos ya llaman «el tapado» porque ha mostrado en las últimas semanas una interesante capacidad de maniobra- y Emiliano Giri, convertido de hecho en una especie de Jefe de Gabinete- sonríe de costado cuando se entera por los diarios de las pretensiones de sus aliados en Cambiemos.
Y claro que esa alianza debe ser cuidada, porque de ello dependerá la gobernabilidad en los primeros tiempos.
¿Y después?, se verá. Porque los arroyistas puros tienen en claro que la gran pelea será dentro de dos años, cuando el jefe comunal pretenda consolidar un poder no tan dependiente y la UCR intente dejar de ser el furgón de cola. Pero para eso falta aún mucho.
Por ahora la preocupación reside en dejar a todos contentos sin correr el riesgo de quedar preso de esas internas sin las que los radicales no saben vivir y que tantos cimbronazos institucionales le han costado a Mar del Plata.
Y no dinamitar puentes con ninguna de las otras fuerzas políticas – y cuando decimos ninguna, decimos ninguna- porque nadie puede apostar hoy a lo que pueda ser necesario en el corto tiempo.
A buen entendedor…
Foto: Gentileza mdphoy.com