Arroyo: el docente que debe enseñar el valor de la palabra empeñada

(Escribe Adrián Freijo)Carlos Arroyo tiene por delante el desafío de demostrar que puede cumplir con la palabra empeñada. Lo contrario será volver a la decepción de los intendentes rehenes.

Aquello de «escoba nueva barre bien» se ha escuchado tantas veces que al final se convirtió en una leyenda urbana. Las barridas en el sentido correcto han durado tan poco en Mar del Plata que los ciudadanos comenzamos a creer que nunca aparecerá el hombre que ponga coto a tanto desvarío que tiene a Luro e Hipólito Yrigoyen como epicentro.

El que ordene un municipio plagado de empleados que cuestan mucho y sirven poco.

El que le de a la ciudad un servicio urbano de recolección de residuos que no sea a la vez el más caro del país y una porquería.

El que se plante frente a los empresarios del transporte, y sus socios los sindicalistas del sector, para evitar que el boleto cueste cada vez más y el servicio sea cada vez peor.

El que no sienta que «criminaliza la protesta», eufemismo de quienes han hecho del desmán público un modo de vivir sin trabajar, si exige de la justicia una intervención que proteja a los ciudadanos de atropellos a sus derechos y a su salud como los que impunemente llevaron adelante esta mañana los choferes de la UTA que no dudaron en envenenar personas para conseguir el aumento que pedían sus mandantes empresarios.

El que resuelva una ciudad con reglas parejas para todos, en la que no haya empresarios privilegiados que siempre ganan aquellas ofertas públicas de las que quieren apropiarse e incumplen la ley con la única explicación de una estólida sonrisa de costado.

Han pasado intendentes con cara de buenos y algunos con entrecejo fruncido y hasta pasado «procesista». Hemos votado de todo y hemos visto como los elegidos terminaban su mandato con la sociedad decepcionada o furiosa, huelgas municipales, paros de transporte y gomas quemadas.

Todo un mensaje para la petulancia del que se va y para «despabilar» al que viene. Seguros como están los dueños de la decadencia marplatense que quien asuma terminará al poco tiempo hocicando frente al poder concentrado de una ciudad que camina irremediablemente a convertirse en un conglomerado decadente, sucio y plagado de pobreza.

¿O es Mar del Plata otra cosa que la que acabo de describir?

Gigantesca será entonces la tarea que deberá emprender el nuevo jefe comunal. No solo se trata de resolver decenas de problemas de fondo sino y sobre todo demostrarle a los marplatenses que es capaz de cumplir su palabra y tomar al toro por las astas.

Por muchas razones Carlos Arroyo está en posición de querer entrar en la historia antes que buscar reelecciones o cargos mayores. Y eso es una ventaja al momento de resolver hacer lo que hay que hacer y no lo que le garantice un tránsito tranquilo y lleno de halagos interesados.

Si lo hace, seguramente contará con todos los que amamos a esta ciudad y se irá sin gomas quemadas o paros gremiales.

Tal vez entre el cariño y el aplauso de todos. ¿Porqué no?