Arroyo en soledad: la «mesa chica» de Macri bajó el pulgar

Por Adrián FreijoPoco queda de aquella arrogancia con la que  se daba el lujo de decir «si Macri o Vidal quieren hablar conmigo que viajen ellos». Solo y aislado, hoy lamenta las consecuencias.

Tal vez Carlos Arroyo cometió el error de creer que quienes acababan de asumir en la nación y la provincia estaban maravillados por la espectacular elección realizada en Mar del Plata e iban a mirarlo como a un líder imprescindible en lo que venía.

Larreta se hartó y Vidal ya roza el límite

O quizás su espíritu altivo y su sueño de trascendencia lo empujaron a imaginar que todos esos votos recogidos eran de adhesión a su persona y no una clara expresión de hartazgo por lo que se dejaba atrás.

O simplemente una estupidez…

Lo cierto es que comenzó un tiempo de «ninguneos», declaraciones catastróficas en su contenido y sus resultados, batallas innecesarias que contrariaban el espíritu conciliador de Macri y Vidal y, sobre todo, una serie interminable de errores funcionales que poco a poco fueron convenciendo a propios y extraños que la densidad del gobierno municipal estaba en las palabras y no en los hechos o capacidades.

Lo demás es muy reciente: del silencio se pasó a la advertencia, de ésta al reto público y por fin a la intervención directa que llegó ahora al armado mismo del gabinete.

Quintana y Lopetegui: enfocados en los negocios

Pero hay mucho más que solo a veces puede quedar escondido tras la montaña de lo aparente, ese macizo interminable que se eleva desde hace décadas en la política argentina y que solo cuando entra en terremoto deja ver lo que realmente hay del otro lado de la mole.

La interna en la cúpula del PRO juega hoy en contra de Arroyo. De «los cuatro fantásticos» que hablan al oído de Mauricio dos se han rendido en su intento de rescatar a Zorro Uno, otro solo se acuerda de Mar del Plata para tomar contacto con algunos empresarios interesados en invertir en la ciudad y necesitados de una «vista gorda» oficial para pasar por arriba la legislación vigente y el restante ni siquiera tiene interés en lo que ocurre por estos lares, convencido como está que «es una cuestión que tiene que resolver María Eugenia».

Penumbra de pizzería y el final del amor

Los dos primeros, Vidal y Rodriguez Larreta, lo intentaron con escaso éxito. Claro que el jefe de la CABA, que hasta se dio el lujo de demostrar su desprecio por Arroyo atendiéndolo en una pizzería pocas horas después de que el intendente dijese que tenía muchas cosas importantes que hacer como para aceptar una invitación del presidente a una reunión con intendente, le suma a su enojo personal el constante fogoneo que un despechado Agustín Cinto hace de la idea de que la situación en Mar del Plata-Batán es irrecuperable.

Vidal, con más responsabilidad directa sobre General Pueyrredón y necesitada de fortalecer con un triunfo electoral sus aspiraciones nacionales y sus chances de gobernabilidad, se debate por estas horas entre tirar un último salvavidas al torpe intendente o escuchar a quienes intentan convencerla en que sus posibilidades crecen mucho si en octubre, además de legisladores, se vota por un nuevo jefe comunal.

Agustín Cinto: no cesa de hablar pestes de Arroyo al oído de su jefe

Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, los que completan el póker, se debaten entre los negocios privados con dineros públicos y su desconfianza por los dos primeros a quienes ven probándose «la pilcha que va a dejar» Mauricio en 2019, como suele decir el mandatario, ó 2023 como ellos prefieren. Sea por lo que fuese, para ellos Arfroyo es un tema menor y suelen aconsejar a Macri con la frialdad de los CEO: si no sirve, que se vaya.

Ahora con Quintana aparece un problema extra: algunos negocios inmobiliarios, de esos que requieren excepciones que rozan el escándalo, estarían tropezando con la presencia de allegados al intendente que no quieren quedar fuera del reparto y, a juicio de los empresarios amigos del poder que desembarcaron en estas playas de la mano del amigo presidencial, «piden demasiado para destrabar las cuestiones».

«El abrazo del oso»: para Macri Arroyo «nunca fue»

Rodríguez Larreta es el político más subestimado de todos, incluido el propio Arroyo y sus escuderos familiares de la funambulesca «mesa chica» en la que los ravioles hacen la delicia de todos y en especial de Guillermito.

Fue él quien encumbró a la dupla exitosa que conforman Quintana y Gustavo Lopetegui. “Ojos e inteligencia” de Mauricio, ambos apuntalan cotidianamente a Marcos Peña, que figura como virtual Primer Ministro, y entre los tres le hacen a su jefe el trabajo de campo que Rodríguez Larreta solía hacerle cuando lo acompañaba como Jefe de Gobierno. Y parecen estar convencidos de que ellos lo hacen mejor, lo que suele enfurecer al calvo racinguista.

Estas internas -que ya comienzan a ser tensiones- dejan aislado a Arroyo que lejos ha quedado del tiempo de sus desplantes. Hoy debe ocupar semanas en gestionar una entrevista con Vidal, tiene cortada definitivamente la línea con Rodriguez Larreta y no figura en los radares de Quintana o Lopetegui.

¿Y Mauricio?; se limita a repetir el «se los dije», cuando esporádicamente alguien nombra -siempre para criticar- al cascoteado «desembarcador en la Normandía virtual». Y no se equivoca; desde aquel tumultuoso cierre de listas en las que verdes razones en efectivo rescataron a Arroyo de los brazos de Sergio Massa, el entonces candidato presidencial nunca estuvo de acuerdo con que el caballero de la triste figura representara el espacio.

No extraña por tanto que quien menos empuja el carro de auxilio por estas horas sea el concejal Juan Aicega, justamente el único que sabe con certeza que es lo que piensa y quiere Mauricio.

Carlos Arroyo está solo; y tal vez debería tomarse como un éxito. ¿Alguien hizo más que él para llegar a este punto del sinuoso camino del poder?.