Arroyo rehén de «Nerón» Mourelle y su «Agripina» la gobernadora Vidal

Por Adrián Freijo La madre del tirano no conoció límites para lograr sus objetivos. La gobernadora tampoco: envió y sostiene al Secretario de Hacienda para terminar con Arroyo.

Agripina manchó sus manos de sangre para conseguir que su familia subiera al trono del imperio.  Cuando envenenó durante la cena a Claudio, su esposo, tío y emperador, su hijo Nerón lo tenía todo dispuesto para ser nombrado en su lugar. El resto de la historia es bien conocido y el período que se iniciaba con el crimen es recordado como el más siniestro de la historia del todopoderoso imperio.

Hoy Mar del Plata vive -con las limitaciones de la civilidad moderna- una historia que tiene puntos de contacto con aquella tragedia que se sostuvo en la ambición sin límites y en la sujeción de todo valor a los intereses personales. Y como la Roma de Nerón, nuestra ciudad arde día a día en los juegos piromaníacos del poder a la que nos someten los que, también como el monstruo itálico, dicen querer a estas tierras.

Hernán Mourelle llegó a la ciudad con un objetivo y un mandato: terminar con el gobierno de Carlos Arroyo. La gobernadora María Eugenia Vidal -amante y cultora de los juegos más tortuosos que se conozcan en la política- cambió aquel primer impulso destituyente por la  idea del desgaste constante que terminaría por poner de rodillas al díscolo intendente.

Como Agripina eligió al sucesor, Guillermo Montenegro, pero evitó el peligro de terminar «asesinada» por el propio beneficiario de la jugada como le ocurriese a su cruel antecesora que tras coronar a Nerón fue víctima de la locura criminal de su hijo. Vidal envió un «neroncito» de segunda línea llamado Mourelle quien tenía el mandato de confrontar con todos los sectores ciudadanos, con los sindicatos, con la prensa y con todo el que fuera útil al objetivo de convertir la ciudad en un conglomerado ingobernable y en combate permanente.

Y vaya si lo consiguió. Mientras este Nerón a medias hace de las suyas, el otro «Medio Nerón» funge del bueno de la película, opera de plotter incorporado a cada acto oficial o visita protocolar que llegue a estas costas y se convierte en tintineante vocero del amor que Vidal tiene por nuestras costas y todo lo que está dispuesta a hacer si  los marplatenses aceptamos que él, y solo él, tiene la bendición de la blindada gobernadora.

Mourelle (el Nerón malo) y Montenegro (el Nerón bueno) son en definitiva las dos caras de una maniobra perversa para terminar con la gobernabilidad del Claudio marplatense que cada vez ve más lejos su sueño de reelección. Y que no atina a romper de una vez por todas este círculo vicioso que le han armado alrededor.

Aunque por estas horas no son pocos los cercanos a Arroyo que ya no ocultan conocer esta realidad y comienzan a preguntarse si no ha llegado la hora de buscar consensos, negociar gobernabilidad, reconstruir puentes y terminar con estas jugadas demasiado explícitas como para ser ignoradas.

Carlos Arroyo sabe que es rehén de la peor cara de la política, esa que siempre rechazó pero jamás llegó a entender. Y que Mourelle ni siquiera se preocupa en ocultar que se ha hecho del manejo del poder y no está dispuesto a ceder hasta que se cumplan los objetivos que le fueron impuestos al momento de resolver su desembarco en estas costas.

No es verdad que sea un loco o que se haya cortado solo. Vino a Mar del Plata con el objetivo de aislar y destrozar cualquier intento autonómico del intendente y está consiguiendo rápidamente coronar la comanda. Lástima que en el medio una ciudad entera termina siendo rehén de esa pelea nauseabunda por el poder.

Ahora Vidal y sus alfiles van por todo: un mes de conflicto que pudo arreglarse en pocas horas, una nuevo escándalo en puerta con la decisión de los guardavidas de parar a partir de este fin de semana,  el pago por goteo de los salarios de los trabajadores del Concejo Deliberante impidiendo una vez más el funcionamiento del cuerpo y un previsible conflicto con la recolección de residuos en lo que resta del verano. La mesa está servida para que la paciencia de la gente toque el piso y lo perfore en la búsqueda del infierno.

Claro que Hernán Mourelle se irá una vez logrado el objetivo, Guillermo Montenegro verá expedito su camino para ser ungido el candidato de la gobernadora y Vidal habrá conseguido terminar con Arroyo y sacarse del zapato ese incómodo clavo en que se ha convertido el inmanejable Zorro Uno.

Salvo, claro está, que alguien comprenda que Mar del Plata llegó hasta acá resolviendo sus propios temas, dialogando y equilibrando intereses y sabiendo sortear con política de la buena e inteligencia los muchos momentos difíciles que tuvo que enfrentar en su historia.

Algo para lo que aún estamos a tiempo…