El ex presidente no quiere que los sectores más dialoguistas de la coalición terminen acordando con Alberto y ayuden a fortalecer su débil posición después de la carta de Cristina.
Pese a la coincidencia general acerca de la necesidad de un país que inicie el tiempo del diálogo y los acuerdos, no todos parecen entender que esto sea así y -sin negar públicamente el valor de ese camino, lo que sería inaceptable para sus propios seguidores- buscan imponer condiciones previas que hagan inviable la chance de un encuentro.
Cuatro días después de su publicación, Mauricio Macri dijo que le «cuesta entender» la carta de Cristina Kirchner en la que además de cuestionar a «los funcionarios que no funcionan» hizo un llamado a un acuerdo multisectorial.
El ex presidente negó las versiones sobre un acercamiento entre su entorno y el de la vicepresidenta, trascendidos que se multiplicaron en la última semana. «Quiero negar rotundamente esa información y cualquier acercamiento», dijo en el primero de tres tuits que publicó sobre el tema.
«Cuesta entender las motivaciones de la carta de la vicepresidenta dirigida al presidente y las versiones que sostuvieron que hubo acercamientos con gente de mi entorno», afirmó Macri.
Por otro lado, el referente del PRO condicionó la posibilidad de un diálogo con el Gobierno nacional, como propuso Cristina, que también habló de sumar a diversos sectores.
Macri dijo que Cambiemos se sumará sólo con «las siguientes condiciones: la Constitución Nacional sobre la mesa, dar de baja el embate a la Justicia, al procurador, a la Corte y a la propiedad privada».
En otras palabras, el ex presidente dijo que en las condiciones actuales es imposible dialogar con el oficialismo y puso al gobierno ante el incierto panorama de tener que aceptar públicamente esos embates y también de cara a la sociedad comprometerse a abandonar la agenda judicial. Ni que hablar de la exigencia para que desde el Ejecutivo se acepte que existe riesgo para la propiedad privada.
Pero es claro que el ex presidente quiere también cerrar el paso a los «dialoguistas» de la coalición opositora y evitar que alguno de ellos -entre los que destacan Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal pero también se cuentan los sectores del peronismo alineados detrás de Emilio Monzó y Rogelio Frigerio y hasta la misma Elisa Carrió que esta semana firmó que «Alberto no es mi amigo pero es mi presidente y todos debemos apuntalar su gobierno», en una clara señal acerca de cual es su mirada con respecto a una eventual convocatoria al diálogo.
Rodeado de los «halcones» de Juntos x el Cambio que encabeza Patricia Bullrich, Macri teme perder el manejo de la coalición y sospecha que desde el radicalismo también se están enviando señales al gobierno. «Los peronistas anti K quieren llevarse puesta a Cristina y piensan que es una ocasión perfecta para corrernos a los dos del centro de la escena» se queja el ex mandatario. Teme que la debilidad de Alberto, rodeado de la oposición, los empresarios, los intendentes del conurbano, los gobernadores y la propia justicia, termine convirtiéndose en fortaleza y jugando en contra de su intención de volver a ser la alternativa de cara a 2023.
Y eso lo lleva a dinamitar cualquier acuerdo.