Grupos organizados de militantes sindicales recorren los locales de la institución presionando a los trabajadores para que se expresen en contra de despidos que no se han producido.
Es claro por estas horas que el kirchnerismo más duro -acompañado por sus expresiones sindicales, políticas y periodísticas- ha resuelto como estrategia emparentar al actual gobierno con los hechos ocurridos en el país durante los años 70, en plena dictadura militar, y los 90 y la experiencia menemista.
La unificación del discurso en todos los niveles representativos del gobierno saliente hacen que la intención sea evidente.
Pero algunos de los métodos elegidos son inadmisibles. Porque además del apriete, la mentira y la presión sobre los trabajadores, esta militancia contra los despidos se da aún en los casos en los que los mismos no se han producido.
En las últimas horas grupos sindicales de ATE recorrieron las diferentes oficinas del ANSES en la ciudad para amedrentar a los trabajadores diciéndoles que «no miraran para el costado como en los 70» y que «ustedes siguen en los despidos que se iniciaron en el Centro de Documentación Rápida de la nueva terminal».
De paso, y en función de la división gremial existente en el sector, insistían en que «solo los afiliados de ATE están cubiertos sindicalmente frente a un paro» , lo que supone un verdadero disparate habida cuenta de que se trata de un derecho consagrado por la Constitución Nacional.
Cabe recordar que la organización gremial dispuso un paro de actividades para el próximo 24 de febrero en protesta contra los despidos que aún no se han producido.
Muchos trabajadores quedaron preocupados, otros directamente asustados y todos con la sensación de estar siendo tomados como rehenes de una pelea que no les pertenece.
Sería importante que desde las autoridades de la institución -que en la ciudad no se tiene hoy muy en claro quienes son, más allá de la insólita confirmación en el cargo de la procesada Guadalupe Escaray, ex Amado Boudou- llevasen tranquilidad a sus empleados con respecto a las decisiones venideras.
Y así evitarían estos anacrónicos piquetes de presión que terminan demostrando que el apotegma «Cambiemos» no pasa por ahora de ser un interesante logro marketinero.