(Por Milagros Alonso y Clara Olmos) – «Que jueguen con las medallas, para qué las quiero´», decía el médico galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1947 al que un país reconoce.
Solange Houssay, una de las nietas del doctor Bernardo Houssay, galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1947, compartió sus recuerdos de los pocos años que tuvo con su abuelo en la casa de Viamonte al 2700 donde el investigador vivió más de 40 años, que fue declarado Lugar Histórico Nacional y hoy funciona como museo: «´que jueguen con las medallas, para qué las quiero´», decía el médico.
«Yo era muy pequeña cuando él falleció, tenía tres años, pero tengo recuerdos de la casa que ahora es la Casa Museo», dijo a Télam la mujer, quien también es médica y se especializó en diabetología.
La casona donde Houssay vivió junto a su esposa, María Angélica Catán, sus tres hijos y sus tres hermanas, ubicada en Viamonte al 2790, en la Ciudad de Buenos Aires, fue donada tras su muerte a la Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Fecic), institución ideada por el Premio Nobel para la difusión de la cultura científica e inaugurada poco después de su fallecimiento.
Con visitas guiadas gratuitas a partir de octubre, la Casa Museo de Bernardo Houssay, que fue declarada Lugar Histórico Nacional en 1999, permite realizar un recorrido histórico por su obra, dilucidar su meticulosa metodología y conocer a este notable científico en el ámbito personal y familiar.
Entre los recuerdos de su infancia, Solange relató que en el comedor de la casa con sus primos mayores buscaban chocolates en un aparador y jugaban con las medallas de su abuelo, mientras que él, lejos de retarlos les decía «que jueguen los chicos con las medallas, para qué las quiero, que se diviertan».
«Era increíble la cantidad de premios, medallas y diplomas», comentó Solange y aseguró que tomó conciencia de quién era su abuelo recién «en la secundaria y sobre todo en la universidad, donde tenía que estudiar temas muy importantes en los que había intervenido la escuela de mi abuelo y yo sentía como una presión extra».
Al recorrer la Casa Museo, a la par de las antiguas escaleras de madera, numerosos cuadros atestiguan la relevancia internacional del doctor Houssay: salutaciones, títulos universitarios y reconocimientos de las más prestigiosas universidades de todo el mundo allí se lucen.
«En la casa están las togas de honoris causa, hay una réplica de las medallas del Premio Nobel y hay instrumental que él utilizó», señaló Solange, quien junto a su hermana Irina, fueron las únicas nietas que siguieron el camino de la medicina.
«Hay cartas con los centros y los científicos más importantes del mundo. Él tenía un intercambio epistolar enorme y consideraba de gran importancia intercambiar experiencias y saberes para obtener enseñanza, estímulo, inspiración y colaboración», narró.
Toda esa documentación quedó guardada, ya que Houssay era un hombre «extremadamente metódico y organizado» y, quizás sin saberlo, «él mismo armó su propio archivo», expresaron Santiago Palazzo, director de Fecic, y Pablo Fiorenza, coordinador de la Casa Museo.
Son ellos quienes en la actualidad están a cargo de la digitalización de unos 50.000 documentos que pertenecieron al doctor Houssay, entre los que se encuentran no sólo las cartas, sino también fotos, anotaciones y experimentos que realizó.
«Está todo el escritorio de él tal cual lo dejó, con todos los archivos y las fichas de los trabajos científicos que salían en las revistas del mundo que las hacía mi abuela», indicó Solange y aseguró que María Angélica, quien era doctora en Bioquímica, abandonó su carrera profesional para dedicarse a su familia y ser la «principal colaboradora» de Houssay.
La pareja se conoció en lo que hoy es el Instituto Malbrán, se casaron en 1920 y tuvieron tres hijos varones: Alberto, Héctor y Raúl Houssay, los tres médicos.
El doctor Houssay era una persona «sumamente metódica y organizada, anotaba absolutamente todo», señalaron Palazzo y Fiorenza, a la vez que destacaron la «voracidad de conocimiento» y su vocación por la ciencia, que bien lo expresa un cartel que aún se conserva en su despacho, que dice: «El trabajo es la diversión más barata».
«En términos históricos la vocación se la marca un libro de Claude Bernard, un científico francés de fines del siglo XIX», aseguraron Palazzo y Fiorenza frente al ejemplar que está exhibido en la Casa Museo y en él puede verse cómo en la primera hoja del libro Houssay anotaba la fecha de cada relectura, la última fue en 1969, dos años antes de fallecer.
Así como Claude Bernard fue «una especie de mentor» para Houssay, él mismo lo fue para reconocidas personalidades del mundo de la ciencia, como el Premio Nobel Luis Federico Leloir y Christiane Dosne de Pasqualini, como así también del reconocido escritor Ernesto Sabato, quien previo a dedicarse a la literatura fue becario de Houssay.
Actualmente, la Fecic y la Casa Museo tienen el objetivo de difundir la obra y figura del doctor Houssay, al tiempo que funcionan como centro de divulgación científica.
La Casa Museo reabre al público los primeros días de octubre, con turnos previos, que se pueden gestionar por la página web (https://www.museohoussay.org.ar/).