Redacción – En su primer balance sobre el estado de la Unión el presidente se refirió a la situación internacional pero dejó definiciones económicas en las que sumó capitalismo e intervención estatal.
La popularidad de Joe Biden lo llevó al Capitolio en el peor momento de su mandato. Su primer rendición de cuentas sobre el estado del país venía enmarcado además en una crisis mundial que llena de dudas y temores a sus ciudadanos y al universo capitalista acerca de lo que viene.
No era una noche fácil para el anciano mandatario…
Si en su discurso de abril de 2021 el porcentaje de aprobación se situaba en el 53%, según el promedio de sondeos elaborado por FiveThirtyEight, una plataforma de referencia, ahora ha descendido al 41%.
La inflación, la división que la gestión de Donald Trump dejó en la sociedad norteamericana y algunas dudas acerca de su posición de liderazgo fueron minando la confianza pública con una velocidad difícil de igualar en tan corto tiempo entre sus antecesores.
Pero ello pudo haber comenzado a cambiar anoche…
La situación en Ucrania
Tras una primera intervención en la que se lo vio dubitativo y sin atinar a dar un tono de dureza a sus anuncios, el presidente ha ido subiendo el nivel de sus exposiciones y ahora aparece como un duro interlocutor de su par ruso y al frente de las medidas sancionatorias que occidente va implementando para debilitar la situación interna de Vladimir Putin.
“La guerra de Putin fue premeditada y sin provocación. Rechazó los esfuerzos diplomáticos. Creyó que Occidente y la OTAN no responderían. Creyó que nos podría dividir aquí, en casa. Putin se equivocó. Estábamos preparados”, ha resaltado anoche.
Biden ha advertido de que perseguirá a los oligarcas rusos. “Vamos a por vosotros, cogeremos vuestros yates, vuestros jets privados, vuestros apartamentos de lujo”, ha señalado, desafiante y sabiendo que por estas horas esa es la mayor preocupación de quienes son, en definitiva, el principal sostén del gobierno de Putin.
Y para que no queden dudas se refirió al autócrata del Kremlin afirmando que “no tiene ni idea de lo que viene”.
“A lo largo de la historia hemos aprendido la lección: cuando los dictadores no pagan un precio por su agresión, causan más caos. Siguen adelante y los costes y las amenazas a Estados Unidos y al mundo siguen creciendo”, cerró.
Una economía con fuerte intervención estatal
Pero en lo que Biden jugó las cartas más pesadas fue sin dudas en la golpeada economía de su país que seguramente es el motivo central del apoyo declinante de la clase media a su gobierno.
En un país que el año pasado creció un 5,7%, la tasa más elevada desde 1984, y con el desempleo situado en el 4% todo parecería estar en orden, máxime cuando registra el mayor rebote de todo el mundo capitalista tras la pandemia.
Pero la escalada de los precios ha hecho mella en el bolsillo de esa clase media y la inflación escaló hasta el 7,5% el pasado enero, el máximo en 40 años.
Y aunque es una tendencia global, tal como intentó justificar Alberto Fernández en su discurso de apertura se sesiones ordinarias en el Congreso nacional, los republicanos sostienen que en los EEUU ello se debe al plan de estímulos de Biden, que tachan de excesivo y causante de la falta de mano de obra que denuncian algunas empresas.
Ante ello Biden redobló la apuesta y anunció una nueva mirada sobre el sistema en la que el estado va a segmentar las obligaciones fiscales y sobre todo bajar los costos de producción.
Y en este punto señaló que, aunque defiende el capitalismo, «el capitalismo sin competencia es explotación» y aumenta los precios. Algo que en Argentina parece no entenderse cada vez que el estado avanza con su torpeza sobre la economía privada y cambia las reglas de juego con una emisión monetaria desmadrada, una presión fiscal insostenible y un entramado regulatorio que se convierte en una máquina de impedir.
Biden retomó también su discurso de apoyo a la industria local y llamó a reducir la dependencia de “las cadenas de suministro extranjeras”. “Hagámoslo en América”, ha resaltado para hacer saber que lo que viene estará signado por un fuerte proteccionismo hacia afuera y no menos potentes estímulos hacia la economía interna.
Por ello, en el anuncio tal vez más impactante de su exposición, aseguró que bajo su plan nadie que gane menos de 400.000 dólares al año pagará más impuestos. «Nadie», recalcó.
Y confirmó que avanzará en la en la fiscalización de las empresas ya que que «el año pasado 55 grandes fortunas y 500 grandes empresas ganaron 40.000 millones en beneficios sobre los que no pagaron ni un dólar de impuestos» denunció.
Por eso defendió un impuesto a las empresas del 15% y subrayó la necesidad de tomar medidas para garantizar que los ricos «no pagan menos impuestos que un bombero o un profesor».
La diferencia entre estado presente e intervencionismo
Como seguramente en los próximos días los anuncios de Joe Biden sean tomados y replicados por el gobierno argentino tratando de encontrar similitudes con los anuncios oficiales de Fernández en el congreso, es bueno remarcar que mientras lo planteado por el presidente norteamericano es un paquete de estímulos para incentivar un capitalismo de competencia en manos privadas -no hizo un solo anuncio acerca de la intervención directa del estado en la producción, comercialización o direccionamiento de la economía de su país- la Argentina sigue insistiendo en la inversión directa del estado, el crecimiento de la presión fiscal sobre las empresas, el corsé de las vetustas leyes laborales que solo impiden la creación de empleo registrado, los subsidios sin contraprestación alguna, la emisión como generadora de un consumo que de esa forma torna en virtual y la inflación como único camino para licuar el déficit.
Para ponerlo en blanco sobre negro: mientras el mandatario norteamericano anuncia menos impuestos para lograr más competencia, nuestro país insiste por el camino de más estatismo para conseguir más recaudación.
Allá el futuro de la economía se pone en manos de los emprendedores; acá se elige concentrar todo en las decisiones casi siempre erradas de la política y el estado.
Esa es la diferencia…y será bueno que no nos confundamos.