Por Adrián Freijo – Insólita respuesta del intendente al fallo judicial que pone en evidencia un aumento ilegal que afecta a los usuarios. Su furia contra una decisión favorable a la gente.
¿En qué punto Carlos Arroyo perdió de vista cuáles son sus responsabilidades como jefe político de una ciudad que lo eligió democráticamente?. ¿O es que su despectiva mirada sobre la soberanía popular lo llevó a expresar su convicción corporativa a favor de los poderes económicos?.
La frivolidad con la que en nuestro país se utilizan términos como «facho» o «zurdo» con la única intención de estigmatizar, hace que cuando aparecen especímenes que realmente adhieren a expresiones anti democráticas nos quedemos sin adjetivo y margen para analizarlos.
La palabra italiana Fascio (derivada del latín «fasces») que diera orígen al término fascismo, define a un símbolo de la era romana que consistía en un haz de varas-representaba a la justicia– y un hacha- símbolo del poder del cónsul.
¿Qué otra visión que no sea esta puede encontrarse detrás del juicio de valor de Carlos Arroyo, capaz de enfurecerse porque la justicia no acompañó las decisiones del «cónsul», es decir él mismo?.
«Va a haber una respuesta contundente por parte del Ejecutivo. Simplemente voy a decir que es una acción política desesperada de un grupo desesperado, nada más», dijo el jefe comunal en un exceso propio de la mística mussoliniana, sin tener en cuenta que justamente eso, una respuesta contundente, es lo que el fallo judicial reclama ante los groseros vicios en los que incurrió el HCD al votar y el Ejecutivo al aceptar a libro cerrado datos tan falsos que asusta solo enumerarlos.
Pero lo más grave es que en su furia autoritaria y su visión fascista de la organización social, el jefe comunal no siente rubor alguno al momento de defender vehementemente el interés de los empresarios tramposos, aunque para ello deba deshonrar la acción del Poder Judicial y abandonar la protección del damnificado que en este caso es el pueblo de Mar del Plata encarnado en los usuarios.
Aquella impericia que lo empujó a otorgar a los municipales locales un aumento más allá de la lógica solo para «sacarse de encima un problema», comprometiendo durante todo un ejercicio el erario público y sometiendo a la ciudad a un estado de conflicto permanente, vuelve a aparecer.
Aquella petulancia antidemocrática del «plan secreto» que la ciudadanía no merecía conocer, está de vuelta en forma de pretensión de ninguneo a una manda judicial.
Pero ahora, y por primera vez en forma explícita, su visión fascista de la relación entre el estado y los ciudadanos toma el centro de la escena y lo deja expuesto: el interés a preservar es el de los empresarios que, como antes los sindicalistas, son parte del «fascio» de poderes que forman la organización política.
Que entonces la justicia se calle, la gente pague lo que no corresponda y que la oposición se acostumbre a que su destino es y será siempre el ninguneo del líder. «Esa es una de las cosas más descabelladas que he escuchado. Pero no tengan miedo que ellos no van a volver a gobernar«, disparó Arroyo convencido de que eso será algo que él y solo él va a resolver.
Y mientras tanto, a seguir pagando en silencio lo que Arroyo y sus amigos empresarios nos cobran aún en contra de una orden judicial.
Il Duce é ritornato…