Redacción – Tras los comicios en la UCR y en el día en que Alberto asume una conducción formal que no tiene, los dos grandes partidos nacionales brindan una imagen de división e inestabilidad.
Los radicales bonaerenses fueron a las urnas y, tal cual lo adelantábamos unas horas antes del comicio (Ver: ¡¡¡Calma radicales!!!: La UCR y una interna a todo o nada) el escenario que queda tras el conteo de votos, que insólitamente llevará tal vez días o semanas para hacerse oficial, muestra un partido dividido y en el que nadie va a poder esgrimir una mayoría nítida sobre el resto.
Porque mientras la lista que encabeza el marplatense Maximiliano Abad, y que concentra a la mayoría de la dirigencia nacional del viejo partido, se hizo fuerte en el interior de la provincia y puede por estas horas saborear el triunfo, las huestes de Gustavo Posse mantienen una posición de peso en las populosas Primera y Tercera sección del conurbano y, dato que no debe soslayarse, encuentran en Martín Lousteau un socio que arrasó en las internas llevadas a cabo en la CABA, sitio estratégico a la hora de discutir peso dentro de la principal coalición opositora.
Y esta vivificante realidad, impensada apenas hace unos años, tratándose de radicales augura sin embargo una interna permanente, intrincada y de incierto final.
En la vereda de enfrente el peronismo se dispone a dejar en manos de Alberto Fernández la conducción formal del PJ. Pero tan solo eso…el manejo formal.
Porque este acuerdo por loteo al que se arribó surge de la voluntad política de Máximo Kirchner, acicateado desde el Instituto Patria, como forma de ceder algunos espacios en la decisión irreversible de La Cámpora de dar tono y savia al peronismo que viene. Ninguno de los otros sectores, incluido el desvaído mandatario, tendrá otra cosa que una presencia formal y a lo sumo el derecho a pertenecer a un «espacio de consulta» que invariablemente dará paso a las posturas que sean ordenadas desde el cristinismo más recalcitrante.
Claro que los intendentes, que esperan ahora el momento en que se cumpla la parte del acuerdo que realmente les interesa y que es el levantamiento de la limitación a las reelecciones, están pensando que rescatados sus territorios de las garras camporistas podrán volver a intentar retomar la centralidad en el peronismo. Lo que, difícil o no, presagia nuevas tensiones y enfrentamientos a la hora de discutir el poder real que quede después de octubre.
Y en el medio de este campo de batalla Alberto tratando de avanzar sin pisar los callos de quienes se sienten, con derecho de nacimiento, dueños de su lapicera y de su destino. Aunque semejante esfuerzo de equilibrio no puede terminar de otra forma que no sea un porrazo inolvidable…
El panorama político del principal distrito del país, que condiciona desde siempre a toda la realidad argentina, no puede entonces ser más complicado. Las principales fuerzas atan con alambre su realidad, no reconocen un liderazgo único e indiscutido y no logran, ni con elecciones ni con acuerdos de cúpula, tranquilizar las aguas de internas agotadoras y constantes.
Las que terminan colocándolos a espaldas de la gente y lejos de las soluciones urgentes que necesita la sociedad y no ve que puedan llegar desde los partidos y las dirigencias.
Aunque parezca a estos poco les importe…