El líder de Dragado y Balizamiento, Juan Carlos Schmid, tiene el apoyo de Moyano. Comenzó el «operativo unidad» y se descuentan cambios en el liderazgo.
El proceso en marcha para la hipotética reunificación del sindicalismo peronista en 2015 recién se inicia. Y pinta para ser un largo y sinuoso camino, como el de la canción de los Beatles. Son muchos y variados los aspectos que deberán consensuar los encargados del operativo unidad, entre otros la forma de gobierno que adoptará esa imaginaria CGT única.
Recién comienzan a escucharse las primeras opiniones: algunos se inclinan por una conducción colegiada con varios miembros, otros imaginan más funcional un triunvirato y están naturalmente quienes se pronuncian a favor del clásico modelo verticalista, con un secretario general como autoridad máxima de la central.
En este último grupo se inscribe entre otros el moyanista Juan Carlos Schmid, quien ya no oculta ni maquilla su predisposición para alcanzar la titularidad de una normalizada Confederación General del Trabajo, y así coronar una dilatada trayectoria en el espinel sindical. Voceros gremiales de probada precisión confiaron a Infobae que Moyano bendice la movida de su pupilo y además garantiza su apoyo al dirigente que conduce desde 1993 el gremio de Dragado y Balizamiento.
Se trata el suyo de un gremio pequeño en la gran constelación sindical. No se equivocan quienes ven eso como un factor que reduce las posibilidades del pretendiente; pero también es cierto que Schmid ha compensado ese supuesto déficit, al convertirse durante la última década en el máximo referente de la docena de gremios que integran la Federación de organizaciones portuarias.
Con 60 años, el dragadista es reconocido como uno de los cuadros más lúcidos del sindicalismo peronista; una ponderación que por unánime no le garantiza absolutamente nada en función de sus expectativas personales.
Habla de su carácter la bronca que le dio la ausencia de medio consejo directivo de su CGT a la exposición que días atrás brindó sobre pobreza el massista Daniel Arroyo para una platea sindical. «Se ve que no les interesa aprender o ya saben todo», se quejó vehemente el portuario.
También Cerveceros era –es- un gremio más que modesto para sostener ambiciones de este tipo, pero desde allí Saúl Ubaldini edificó un liderazgo que lo tuvo como máximo referente sindical y algo más también durante el epílogo de la última dictadura militar y los primeros años de la democracia recuperada en 1983.
Un dato adicional que juega a favor de Schmid: hoy no sobran jugadores habilitados para aspirar a la cima sindical. La mayoría de los nombres más rutilantes de la central moyanista y de la CGT oficialista que encabeza el metalúrgico Antonio Caló aparecen como inhabilitados, cuando no como autoexcluidos para la secretaría general.
Pero para creer en el paso al costado de Moyano y de Caló, primero tendrán que darlo. Los que se sacan solos de carrera son los que trazan la línea de la CGT kirchenrista: el estatal Andrés Rodríguez, el constructor Gerardo Martínez y el titular de Obras Sanitarias, Juan José Lingeri, juran no tener ninguna ambición por el sillón mayor de Azopardo, hoy muy devaluado a los ojos de un Gobierno que no tiene en cuenta prácticamente al sindicalismo.
Esa es la razón que habría convencido al trío mayor de la CGT oficialista a buscar agrupamientos que permitan defender mejor lo ya conseguido, fundados en el temor a perderlo todo que produce el actual estancamiento de la economía argentina.
Mientras, a la espera de reuniones más numerosas que las que se vienen haciendo hasta acá entre miembros de las dos CGT, surgen inorgánicos y deshilachados clamores para que el Gobierno de el visto bueno a los bonos navideños; una suerte de paliativo para compensar la inflación y el impuesto al trabajo en que se convirtió Ganancias especialmente para los sueldos más bajos.
«Autorizar ahora los bonos no tendría justificación. Acá los acuerdos salariales se cerraron durante mayo, junio y julio y se hicieron por el término de un año. Además hay muchas organizaciones que pactaron con su patronal recibir una remuneración especial de fin de año, con lo cual nosotros no tenemos ningún problema».
Esto dice el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, quien además informó a este medio que la cartera laboral no había recibido hasta acá ningún pedido formal de bono compensatorio. A través de los medios, lo reclaman Moyano y hasta los hiperoficialistas Caló y Hugo Yasky, de la CTA amiga de Cristina. Cada cual con su idioma, todos plantean la caída en picada que sufrieron los salarios en estos últimos meses del año, a causa de un proceso inflacionario que llegaría al 40 por ciento anual.
Vetados los bonos, negada la reapertura de las paritarias, archivada la idea de actualizar Ganancias si alguna vez existió, los gremios no presentan una idea uniforme sobre cómo imponerle sus quejas y reclamos a la administración K. Se piensa apenas en la redacción de un documento que exponga en su justo nivel lo acuciante de la actualidad socioeconómica.
Como sea, ejercerán si pueden alguna forma de presión para que el Gobierno al menos fuerce una respuesta a la posible reducción de Ganancias en los aguinaldos de fin de año.
Los tiempos de la mentada unidad marcarán si el sindicalismo es capaz de aglutinarse con independencia de cómo se resuelva la interna peronista o si por el contrario queda atada a la dinámica que impongan las cuestiones partidarias, postergando así todas las asignaturas pendientes de los trabajadores en materia social.