CAMBIANDO MALOS POR PEORES

No es verdad que de acuerdo a los resultados electorales del día 25 algo vaya a cambiar en la Argentina. La agresividad, la descalificación y el «relato» es ahora patrimonio de todos.

La corrupción del «otro» es inaceptable, pero la de el «nuestro» siempre tiene explicación. Puedo decir lo que sea del adversario y hacerlo sin prueba alguna; tengo derecho a condenarlo socialmente sin siquiera esperar que la justicia se pronuncie.

El «otro» siempre es ladrón, sinvergüenza y mentiroso. Y lo es por el solo hecho de ser el «otro».

Pero si alguno de los «nuestros» es descubierto en un acto de corrupción...es una campaña sucia.

Si el «otro» se niega a debatir es un caradura; pero cuando hace lo mismo el «nuestro» entonces se trata de una estrategia.

Si el «otro» hace una alianza política es seguramente porque compró a alguien; si la hace el «nuestro», por impresentable que sea, es por la necesidad de unirse para salvar la democracia.

Si algún «otro» abandona su espacio y viene al «nuestro», es un patriota que suma su esfuerzo a la lucha por los principios. Si uno «nuestro» cruza de vereda es un traidor al que seguro compraron.

No se trata de una doble vara, lo que ya sería de por sí grave, sino de algo mucho más profundo: es intemperancia, es odio reprimido, es soberbia y es falta de moral pública y privada.

Somos un país sufrido, angustiado y golpeado; fuimos y somos víctimas de la mentira, la demagogia y el abuso permanente.

Pero a veces es imposible no pensar que todos –el otro y nosotros– nos lo merecemos con creces.