Carrió clavó un puñal en el corazón de «la gran batalla» del PRO

Redacción No dudó en meter a Vidal y Ritondo en la misma bolsa, acusándolos de no querer su candidatura en provincia. Sabe que una representa lo nuevo y el otro la esencia del poder mafioso.

Elisa Carrió no da puntada sin nudo; quien crea que la líder de la Coalición Cívica es amante de los fuegos de artificio, se equivoca o no la conoce. Cada vez que abre la boca, máxime cuando ella misma se encarga de promocionar su presencia en un medio con muchos días de anticipación, es porque necesita asegurarse que lo que va a decir tendrá la repercusión buscada.

Había mucha expectativa por lo que iba a decir en la mesa de Mirtha Legrand y por cierto no debe haber desencantado a nadie. Desde su afirmación de que su presencia en Cambiemos es por un acuerdo personal con Mauricio Macri para combatir la corrupción, a lo que le agregó comentarios suficientes como para hacer saber que en la pelea contra el titular de la Corte no es un fuego de artificio y mucho menos un intento en soledad, hasta su afirmación de no ser candidata en la provincia «porque Ritondo y María Eugenia Vidal no quieren».

Detengámonos en este último punto. ¿Son lo mismo la gobernadora y su ministro?, ¿tienen los mismos objetivos?, ¿buscan por el mismo camino?. Ciertamente no.

Desde el principio de la gestión de María Eugenia Vidal, LIBRE EXPRESIÓN sostuvo que Ritondo, en alianza con Alejandro Granados y el por entonces jefe de La Bonaerense el comisario Hugo Matzkin, complotaban contra la mandataria tratando de frenar cualquier intento por sanear la fuerza. Desplazado el cuestionado policía, sorprendió que su reemplazante fuese el cuestionado Pablo Bressi, quien sin embargo se integró a la «onorata societá» con el intendente de Tigre y el funcionario de Vidal. (Ver:Vidal peligra cercada por Ritondo y la “vieja” Bonaerense ).

Carrió supo denunciar aquellas maniobras y, por desconfianza o debilidad la gobernadora no supo o no quiso escucharla. (Ver:Carrió denuncia a Bressi, Ritondo, Mátzkin y Granados). Desde ese momento Ritondo y los suyos, fogoneados además por Jaime Durán Barba que siempre quiso sacarse a Lilita de encima, se sintieron con las manos libres para complotar contra ella y alejarla todo lo posible de la provincia.

Carrió sabe que una candidatura en territorio bonaerense puede convertirse para ella en una tarea imposible de encarar. Su salud ciertamente deteriorada y las zancadillas que a cada paso debería sortear de parte de su «socios» suponen demasiado riesgo para alguien que tiene línea directa con Mauricio Macri y además una gran capacidad de fuego mediático y una creciente empatía con una sociedad que hoy le reconoce el valor de la constancia y la coherencia en sus denuncias.

Desde una banca representando a la CABA, previo desarmar la bomba de tiempo que hoy representa para Cambiemos la presencia de Martín Lousteau como «amigo-adversario», Carrió seguirá siendo el balance moral del gobierno y sus adversarios internos, esos que tal vez por ahora festejen que lograron expulsarla de la provincia, deberán cuidarse mucho de los dardos multiplicados que comenzarán a rondar sus cabezas.

Y María Eugenia Vidal, hoy en estado de gracia pero rodeada de enemigos y traidores, tal vez lamente no tener en su distrito a alguien que marque la cancha de quienes pretenden que todo parezca cambiar pero quede congelado en un pasado de corrupción y prepotencia.

Ya una vez le torcieron el brazo y fuimos pocos los medios que nos animamos a denunciarlo (Ver:Reforma policial: Granados y Ritondo le torcieron el brazo a Vidal). Ahora se dan el lujo de alejar del distrito a una dirigente que además medía como la única con posibilidades reales de darle a Cambiemos el triunfo que le es imprescindible para seguir adelante. Demasiado poder paralelo y una pregunta que no podemos dejar de hacernos: ¿es Vidal víctima de este poder mafioso o es también parte del mismo?.

La respuesta es tan solo de ella…