Escribe Adrián Freijo – Todo es trucho en el kircnerismo; desde su pertenencia a un movimiento al que detesta hasta su visión sesgada de una historia que nunca ocurrió. Vea usted si no…
En el kirchnerismo todos hacen lo mismo y al mismo tiempo. Y aunque el lector no lo crea…no me estoy refiriendo a robar tupido, lo que parece ser ya un «acto de militancia» oficialista y obligatorio.
En este caso hablamos de asumir como verdades a voces los desmanes conceptuales de Cristina, fanática precursora en eso de escribir la historia mientras se ducha y convocar inmediatamente a una Cadena Nacional para contarnos verdaderos disparates que pueden basarse en una charla entre San Martín y Máximo en la que ella estuvo presente.
En nuestro país, el colmo de la corrección política llevó a cambiar el nombre de Día de la Raza al de Día del Respeto a la Diversidad Cultural, como si la denominación anterior hubiese sido inspirada por el racismo. Nada más lejos de la realidad. De hecho, fue en tiempos de don Hipólito Yrigoyen que se instituyó ese feriado.
Uno de sus luchas más denodadas por la liberación de los pueblos la emprendió contra Colón. Y hasta que no lo sacó de su letargo de décadas no estuvo en paz, aunque para ello haya tenido que tildarlo de asesino, imperialista y genocida.
Raro es que no mandase la ajetreada estatua a ocupar la celda que dejó libre Jorge Rafael Videla…
¿Era esa visión new age la de Perón?, ¿también pensaba el general que Colón y los españoles eran una banda de criminales dispuestos a asolar todo lo que se cruzase en su camino?.
Pareciera que no.
Perón y la hispanidad
En un discurso pronunciado en la Academia Argentina de Letras el 12 de octubre de 1947, Perón exaltó a una Argentina «coheredera de la espiritualidad hispánica» que, «al impulso ciego de la fuerza, al impulso frío del dinero», le oponía «la supremacía vivificante del espíritu».
El entonces presidente de la Nación veía en la cultura hispana un reservorio de energía espiritual en medio de «un mundo en crisis» y de una humanidad «acongojada».
«La historia, la religión y el idioma nos sitúan en el mapa de la cultura occidental y latina, a través de su vertiente hispánica, en la que el heroísmo y la nobleza, el ascetismo y la espiritualidad, alcanzan sus más sublimes proporciones», decía Perón.
Aquel discurso del 12 de octubre fue pronunciado en homenaje a Cervantes. Recordarlo, dijo Perón en la ocasión, «es reverenciar a la madre España, (…) afirmar la existencia de una comunidad cultural hispanoamericana de la que somos parte y de una continuidad histórica que tiene en la raza su expresión objetiva más digna».
Perón y la raza
«Para nosotros –decía Perón-, la raza no es un concepto biológico. Para nosotros es algo puramente espiritual. Constituye una suma de imponderables que hace que nosotros seamos lo que somos y nos impulsa a ser lo que debemos ser, por nuestro origen y nuestro destino. (…) Para nosotros los latinos, la raza es un estilo. Un estilo de vida que nos enseña a saber vivir practicando el bien y a saber morir con dignidad».
Perón y la tarea colonizadora de España
En su discurso, el General también hizo una encendida defensa de la empresa colonizadora: «La obra civilizadora de España cumplida en tierras de América no tiene parangón en la Historia. Es única en el mundo. (…) Su empresa tuvo el sino de una auténtica misión. Ella no vino a las Indias ávida de ganancias y dispuesta a volver la espalda y marcharse una vez exprimido y saboreado el fruto. (…) Venía para que esos pueblos se organizaran bajo el imperio del derecho y vivieran pacíficamente. No aspiraban a destruir al indio sino a ganarlo para la fe y dignificarlo como ser humano…»
Perón y la visión «revisionista» de Cristina
Claro, no hablaba para ella. Más allá de la historia decombatiente heroica que Cristina pretende para ella y su marido, es muy probable que el viejo y distraído caudillo no haya puesto su atención en el matrimonio de las cajas fuertes santacruceñas.
Pero a la luz de las interpretaciones históricas de la presidente, sería bueno anoticiarla sobre lo que pensaba quien, dice, es su líder histórico.
Decía Perón: «Su empresa [la de España] fue desprestigiada por sus enemigos (…). Todas las armas fueron probadas: se recurrió a la mentira, se tergiversó cuanto se había hecho, se tejió en torno suyo una leyenda plagada de infundios y se la propaló a los cuatro vientos. Y todo, con un propósito avieso. Porque la difusión de la leyenda negra, que ha pulverizado la crítica histórica seria y desapasionada, interesaba doblemente a los aprovechados detractores. Por una parte, les servía para echar un baldón a la cultura heredada por la comunidad de los pueblos hermanos que constituimos Hispanoamérica. Por la otra procuraba fomentar así, en nosotros, una inferioridad espiritual propicia a sus fines imperialistas, cuyos asalariados y encumbradísimo s voceros repetían, por encargo, el ominoso estribillo [de] nuestra incapacidad para manejar nuestra economía e intereses, y la conveniencia de que nos dirigieran administradores de otra cultura y de otra raza».
Tal vez debería leer esto el chusco José Luis Zerillo, encargado del área de Derechos Humanos del municipio, que emprendió la heroica gesta de «colonizar» la Plaza Colón (¿¿¿???), tratando tal vez de llamar la atención de Cristina y lograr que no se sienta tan sola en su compulsión de la nada misma.
Algo que parece ser por estas horas una historia reiterada en los alrededores de un poder que cada día más se parece a una caricatura.
Salvo, claro está, que Perón sea un traidor…al peronismo y se ordene que todas sus estatuas sean retiradas de sus emplazamientos para ser reemplazadas, por ejemplo, por algunas de Ñancul, el histórico capataz de Patoruzú.