Cayetano: el santo que se instaló en un país en decadencia

Hace cuatro décadas era «el santo de los pobres sin trabajo». Hoy lo es también de aquellos que tienen empleo y temen perderlo. Su devoción creció proporcionalmente a la decadencia argentina.

San Cayetano (Vicenza, 1 de octubre de 1480 – Nápoles, 7 de agosto de 1547) fue un presbítero italiano, fundador de la Orden de Clérigos Regulares Teatinos. En 1671 fue proclamado santo por el papa Clemente X. Se le conoce como Santo de la Providencia, Patrono del pan y del trabajo.

Es patrón de los gestores administrativos, así como de las personas que buscan trabajo y los desempleados y es llamado «Padre de Providencia» o «Padre de la Providencia».

Su festividad es la segunda en importancia, después de la veneración de la Virgen de Luján, patrona del país. Cada 7 de agosto miles se congregan de las parroquias que están bajo la insignia de este santo, para pedir por su intermediación. En el Barrio de Liniers, en Buenos aires, semanas antes de el día que se conmemora la muerte del Santo, personas duermen en carpas, para ser los primeros en agradecer los favores logrados por su intermediación.Se puede decir que en la mayoría de los hogares católicos argentinos, esta su estampa.

La historia del Santo también cuenta que en épocas de sequía, un campesino le pidió a San Cayetano que interceda por la falta de agua y, a modo de agradecimiento, le dejó una espiga de trigo a los pies de su imagen. Tres días después, llovió tanto que la ciudad se inundó. Cuatro décadas después, en plena crisis económica de 1930, un sacerdote llamó por teléfono a algunos fieles para aconsejarles que rezaran al Santo de la Providencia y gracias a esto muchos mejoraron su situación en la que vivían. Los comentarios de la gente, trasmitidos de boca en boca, fueron aumentando la devoción en ya consagrado Patrono que siendo noble y viendo la bastarda relación entre la corrupción y el poder, quiso vivir con total austeridad y ayudar a los más necesitados.

Lo cierto es que los humildes fueron durante décadas «los clientes» del santo en la Argentina. pero las recurrentes crisis económicas, el aumento imparable de la pobreza, la pérdida constante de trabajo y la angustia en la que todos hemos ido cayendo a lo largo de las últimas décadas, terminó por convertirlo en el «santo de todos», a punto tal que hoy -en las largas colas que se forman en su festividad en todos los templos que lo recuerdan en el país- puede observarse gente de todas las clases sociales y situaciones laborales: están los que van a suplicar trabajo pero también quienes rezan por no perderlo.

Cayetano se ha convertido entonces en una tabla a la que todos se aferran para encontrar una solución que ni sus capacidades ni el país le ofrecen. Y como siempre ocurre en estos casos, la vida del santo deja de ser faro de reflexión para convertirse en ícono de salvación para los desesperados y temerosos.

Y eso, aún cálido, no es bueno…