Publicó en 1605 la primera parte de «Don Quijote de la Mancha», una novela concebida como parodia de los libros de caballería que se convirtió en la madre de toda la novelística moderna.
Miguel de Cervantes Saavedra, muerto en Madrid hace 400 años, el 22 de abril de 1616, publicó en 1605 la primera parte de «Don Quijote de la Mancha», una novela concebida como parodia de los libros de caballería que se convirtió con el tiempo en la madre de toda la novelística moderna.
El soldado, poeta, dramaturgo y novelista había nacido en Alcalá de Henares en 1547, en el seno de una familia de abolengo aunque humilde, que peregrinó por distintas ciudades de España para poder asentarse económicamente.
Esto no impidió que el joven Cervantes recibiera una formación humanista e incursionara en el mundo de autores clásicos como Ovidio, Horacio y Virgilio y se apasionara por la lectura de las novelas de caballería.
Su paso por el Colegio de los Jesuitas y la influencia de escritores como el dramaturgo Lope de Rueda enriquecieron la formación de Cervantes, que en 1605 dio a la luz la primera parte de la historia del «Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha», con el que logró una visibilidad que no lo alivió de una vida de limitaciones donde sufrió el cautiverio, la cárcel y el agravio público.
El «Quijote de la Mancha», la segunda obra más traducida después de la Biblia, trascendió e impactó en célebres escritores como los argentinos Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, y extranjeros de la talla de Fedor Dostoievsky y Thomas Mann.
Cuando Bioy Casares recibió el premio Cervantes, en 1990, dijo en su discurso de agradecimiento: «Cuando leí el inolvidable comienzo y todo aquel primer capítulo que nos refiere cómo era Don Quijote, dónde y con quiénes vivía, sentí una emoción muy fuerte…Si mal no recuerdo, antes de concluir el primer capítulo supe que yo quería ser escritor».
Otra experiencia que marcó fuertemente la vida de Cervantes fue su paso por Italia, el país más adelantado de Europa en ese momento, hasta donde llegó a los 20 años como camarero de una autoridad eclesiástica. Italia deslumbró a Cervantes y así lo reflejó en algunas de sus novelas ejemplares, publicadas en 1613, como «La señora Cornelia», «Las dos doncellas», «La fuerza de la sangre» y «El licenciado Vidriera».
Visitó gran parte de la Italia renacentista y quedó absorto por las esculturas de Florencia y fundamentalmente de Roma, donde conoció el esplendor del Vaticano, lo que se observa en «El licenciado Vidriera» y en su última novela romántica «Los trabajos (padecimientos) de Persiles y Segismunda» , que terminó de escribir poco antes de su muerte.
A los 23 años tomó una decisión que cambiaría radicalmente su vida: se alistó en los regimientos españoles en Italia junto a su hermano Rodrigo, con la intención de llegar a alférez o capitán, para lograr un ascenso económico y social. La primera experiencia bélica de la que participó fue la batalla de Lepanto, en la que España se enfrentó a los turcos, y donde sufrió una grave herida en su brazo izquierdo, que le quedó inutilizado, por lo que ganó el apodo de «el manco de Lepanto».
Cuando volvió a España desde un puerto italiano, la nave en la que navegaba junto a su hermano fue asaltada por piratas turcos y lo llevaron prisionero a Argel. La permanencia en ese país, que se extenderá por cinco años y de donde intentará fugarse cuatro veces, generará un fuerte cimbronazo en su vida y quedará reflejada en su obra.
Siglos después, en un barco que llevaba a Thomas Mann de Europa a Nueva York, el Nobel alemán revelaría que luego de la lectura del Quijote soñó con el personaje en un acercamiento mágico. «He soñado con Don Quijote… tenía otro aspecto que el de las ilustraciones. Llevaba un bigote grueso y enmarañado, una frente alta y huida, y, bajo las cejas asimismo enmarañadas, unos ojos grises, casi ciegos. No se llamaba el Caballero de los Leones, sino Zaratustra (…). Dolor, amor, compasión y admiración sin límites me llenaban por entero mientras se me hacía patente aquella caracterización; y todos esos sentimientos vibran en mí soñadoramente en esta hora de arribo».
Cuando Cervantes fue hecho prisionero por los turcos llevaba cartas de recomendación por su actuación en Lepanto, por lo que los captores creyeron que se trataba de un prisionero «notable» y adinerado. Pidieron un rescate de 500 escudos, que su familia tardó cinco años en reunir.
Estas experiencias se verán reflejadas en obras teatrales como «Los baños de Argel», «El gallardo español», «Los tratos de Argel»; la novela corta «La gran sultana»; y especialmente los tres capítulos del «Quijote» donde se narra la historia de El cautivo, que algunos estudiosos consideran como el germen mismo del libro, una historia con entidad propia que pudo haber sido escrita años antes de iniciar su gran novela.
Esa falta de libertad que le fue esquiva en su vida se ve reflejada en el «Quijote», donde expresa: «La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurarse la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.»
Luego de que su familia reunió el dinero para pagar su rescate regresó de Argel a España con la convicción de dedicarse de entero a la escritura. Y si bien creyó que sería reconocido por su labor como soldado, pronto se dio cuenta de que era un excombatiente sin empleo y con una familia en la ruina, por lo que se dedicó a hacer encargos para la corte.
En 1584 se casó con Catalina Salazar de Palacios y en 1587 consiguió trabajo como comisario de provisiones en la Armada Invencible. Se instaló en Sevilla trabajando como proveedor real y recaudador de impuestos, confiscando cosechas de trigo y olivares a los campesinos, un trabajo detestable que le permitió entrar en contacto con el pintoresco mundo rural que tan bien reflejaría en el «Quijote». Víctima de una estafa, fue confinado a la cárcel, de la que salió a sus 50 años con algunas páginas escritas de su obra maestra.
«El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha» se publicó en 1605. Su protagonista, Alonso Quijano, ha enloquecido por la lectura de las novelas de caballería, y decide recorrer el mundo para proteger a los débiles, destruir la maldad y lograr el amor de Dulcinea. En su periplo convence a un labrador, Sancho Panza, para que se convierta en su escudero.
El vínculo entre Quijote y Sancho Panza conmovió a Borges quien en 1968, en una conferencia en la Universidad de Texas, reveló: «Siempre hay placer, siempre hay una suerte de felicidad cuando se habla de un amigo. Y creo que todos podemos considerar a Don Quijote como un amigo. Esto no ocurre con todos los personajes de ficción. Supongo que Agamenón y Beowulf resultan más bien distantes. Y me pregunto si el príncipe Hamlet no nos hubiera menospreciado si le hubiéramos hablado como amigos».
El éxito de la primera parte del libro fue inmediato pero no le sirvió a Cervantes para salir de la miseria, y durante mucho tiempo quedó en el olvido. No obstante le permitió publicar otras obras que ya tenía escritas: las «Novelas ejemplares», el «Viaje del Parnaso» y «Comedias y entremeses».
En 1615 se editó el segundo tomo bajo el nombre «El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha», con una estructura narrativa y una cohesión superior al primero. Así Cervantes pudo completar la obra que lo situó como uno de los más grandes escritores de la historia y como el fundador de la novela en el sentido moderno de la palabra, ya que a partir de una sátira corrosiva de las novelas de caballerías construyó un cuadro tragicómico de la vida y exploró las profundidades del alma.
Para el escritor ruso Fedor Dostoievsky, «en todo el mundo no hay obra de ficción más profunda y fuerte que esa. Hasta ahora representa la suprema y máxima expresión del pensamiento humano, la más amarga ironía que pueda formular el hombre y, si se acabase el mundo y alguien preguntase a los hombres: ‘Veamos, ¿qué habéis sacado en limpio de vuestra vida y qué conclusión definitiva habéis deducido de ella?’, podrían los hombres mostrar en silencio el Quijote y decir luego: ‘Ésta es mi conclusión sobre la vida, ¿podríais condenarme por ella?'».
Miguel de Cervantes Saavedra murió el 22 de abril de 1616, sabiendo que la primera parte del Quijote había sido traducida a varios idiomas. Además del Quijote dejó escritas dos novelas, 12 novelas ejemplares, 11 obras de teatro y un libro de poesía.
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