Deportes – «Tenemos que trabajar todos juntos, unidos. Solo de esa forma podremos evitar transparentar la AFA» dijo Chiqui Tapia en un lapsus que pinta lo que los dirigentes sienten.
¿Qué quiere Tapia?; poder. Fue parte importante de la última historia de Grondona y seguramente uno más del pequeño grupo de dirigentes que tras el «mascarón de proa» de un hombre en plena decadencia, manejó caprichosamente la AFA, el dinero del fútbol, la asistencia a los clubes a cambio de lealtades mafiosas y sobre todo el criterio de «omertá» que reinaba en el edificio de la callle Suipacha. En cada disparate de ese tiempo final están las huellas del ahora encumbrado presidente de Barracas Central.
¿Qué quieren Moyano y Angelici?; poder. El de Independiente por sí y el de Boca por mandato de Balcarce 50, ambos vicepresidentes saben que tras la débil figura de Tapia podrán manejar los hilos que les interesan.
Que para el camionero pasan por lo cuantitativo -sumar estructura y financiamiento a su sueño de fundar una dinastía política con sus hijos- y para el operador macrista por lo cualitativo. Lo que su jefe le ha encomendado no es otra cosa que caminar lo más rápidamente posible hacia el gerenciamiento de los clubes, como otro paso para desarmar justamente las estructuras de poder que también en el fútbol fue construyendo el peronismo.
¿Qué quiere Marcelo Tinelli?; poder. Con los parámetros que siempre conoció y que ahora necesita: exposición más dinero. Los últimos años han sido desastrosos desde lo económico y los que conocen la intimidad del líder de la televisión argentina dicen por estas horas que sus empresas están más cerca del quebranto que de una salida.
Pero Marcelo espera que sea justamente la TV la que vuelva a colocarlo en la autovía de la facturación millonaria; su sociedad con quienes se harán cargo de las transmisiones futboleras y su convicción acerca de que el Pay Per View ya es inevitable, unidos a su decisión de lanzarse a la política con su pantalla, su club y ahora la AFA como telón de fondo, lo convencen de la necesidad de enfrentar al eje Moyano-Angelici para quebrar ese frente, llevar al camionero -con el que tiene muy buena relación personal- para su lado y cerrar el círculo sobre Macri, sus negocios y sus delfines.
Es el que más juega, pero el que más peso propio tiene. ¿Porqué no?.
Los demás son actores de reparto. Saben que de aquí en más la pelea será entre «los grandes» y que estos llegaron a serlo porque siempre supieron acordar cuando sospecharon que su poder podía evaporarse.
El caso de Velez y de Raúl Gámez es emblemático: siempre estuvo «por» ser grande, se cansó de ganar títulos y estar bien administrado…y nunca pasó del «casi». Los poderosos lo usaron para enfrentar a Grondona y hoy el club y el dirigente están «a tiro de descenso»; no pueden exigir, tienen que pedir y sobre todo esperar que no les apliquen «la gran River» y terminen en la «B». ¿Hace falta aclararlo?.
Mientras tanto no se saca de encima el mote del «Fútbol Ni-Ni»: ni grande ni chico…
Por eso el lapsus de Chiqui se acerca tanto a la realidad: trabajar todos juntos para que la AFA nunca sea transparente; porque si eso ocurre «los nuevos salvadores» volverán a ser «los viejos responsables».
Y no habrá «mano de Dios», dictadura o Fútbol para Todos que los salve….