Colombia: otro ejemplo del abismo entre la dirigencia y la gente

(Redacción) Es un fenómeno mundial. España, Grecia, la ultraderecha en Europa, el fenómeno Trump. La gente se hartó de una forma de ver la política y Colombia no es la excepción.

Colombia amaneció dividida en dos mitades y otro montón. El 40% de los ciudadanos habilitados para emitir su voto quedaron partidos en un empate que solo por centésimas volcó el resultado a favos del NO al acuerdo de paz con las FARC. Pero un 60% de los integrantes de ese padrón prefirieron quedarse en sus casas y no emitir opinión sobre la forma en la que se había cerrado medio siglo de conflicto interno.

¿Qué pasó?, ¿quieren los colombianos la guerra?, ¿no les importa la paz?, ¿están realmente en contra del acuerdo negociado en Cuba y que movilizó hace pocos días a 17 jefes de estado para «celebrar» su firma?, ¿no les interesa la opinión del propio Francisco que celebró desde el balcón vaticano el fin de la contienda?.

Un poco de cada cosa y mucho de otra que, como una corriente submarina, viene empujando desde el fondo de la sociedad mundial.

La gente está harta de una forma de hacer política y clama a los gritos por un cambio de paradigma en las dirigencias nacionales en el mundo entero. No encuentra respuestas a sus demandas, sufre en carne propia la corrupción y la falta de ideas y -seguramente de la mano de la universalización del contacto a partir de las redes sociales y el conocimiento a través de internet- sabe que no está solo en eso de sentir que los que mandan hablan todo el tiempo de cosas que no nos interesan.

Los colombianos quieren la paz, pero no aceptan que ocho millones de muertos en 50 años queden en el olvido y sus asesinos no paguen ningún precio. La justicia de los pueblos es siempre más estricta que la de sus dirigentes; estos negocian todo, aquellos no olvidan nada.

Y eso está bien, porque un pueblo que no se edifica sobre la exigencia de los premios y los castigos es un pueblo que nunca aprenderá a respetar la ley y valorar la vida.

Pasó en España con las nuevas formaciones políticas en las que la gente depositó su mensaje a los partidos tradicionales.

Pasó en Grecia con un proceso similar.

Pasa en EEUU con la aparición de un antisistema como Donald Trump que en otras épocas no hubiese avanzado más allá de unos pocos puntos de intención de voto y hoy bien puede ser el próximo presidente del país.

Pasa en la Argentina con un «que se vayan todos» que lejos de desaparecer está ahí, latente y a la espera de eser exhumado para volver a la vida.

Colombia no es una isla. El resultado del domingo indica que es otro territorio en el gran continente del hartazgo.

¿Se darán cuenta?. Quiera Dios que sí…