Trascendieron grabaciones de conversaciones privadas del Papa en la que expresa su furia por la corrupción vaticana y da algunos tips para evitar caer en las trampas de la corrupción. Imperdible.
Las grabaciones ilegales del Papa mediante un teléfono móvil en el verano del 2013 muestran el enfado de Francisco por el desorden y los vicios en la gestión económica del Vaticano, un tema ya comentado ampliamente en los debates del precónclave del mes de marzo, que asignó a quien saliese elegido la tarea de hacer «limpieza en los establos».
Según los adelantos publicados el martes en la prensa italiana para la promoción del libro «Via Crucis» de Gianluigi Nuzzi, el Papa denunciaba el 3 de julio del 2013 que «buena parte de los costes esta fuera de control», y que «ha aumentado demasiado el número de empleados» del Vaticano.
En esa reunión con la persona o las personas encargadas de poner orden, Francisco lamentaba que muchos proveedores inflasen las facturas muy por encima de lo presupuestado. Según el texto, el Papa comenta que «uno de los responsables me decía: «Pero vienen con la factura, y tenemos que pagar…» Pues no, ¡no se paga! Si algo se hace sin presupuesto previo y sin autorización, no se paga (…) ¡Claridad! Esto se hace en las empresas más modestas y tenemos que hacerlo también nosotros».
En ese encuentro, que duró 16 minutos, el Papa indica que «antes de cualquier compra o antes de realizar obras se deben pedir al menos tres presupuestos distintos, para poder elegir el más conveniente. Por ejemplo, lo de la biblioteca. El presupuesto decía 100 y después se han pagado 200. ¿Qué ha pasado?».
Francisco urge a estudiar cuidadosamente los contratos porque esconden «muchas trampas», y subraya que «nuestros proveedores deben ser empresas que garanticen la honradez y que propongan el justo precio de mercado para los productos y los servicios. Algunos no garantizan esto».
En realidad, la «operación limpieza» en los proveedores y las fianzas del Vaticano la había comenzado ya Benedicto XVI en los últimos meses de su pontificado, pero la falta de energía física, su aislamiento, y la enorme resistencia del sistema, incluso a niveles muy altos, dificultaba cualquier progreso. El banquero italiano que Benedicto XVI trajo para poner orden en el banco del Vaticano (IOR) fue saboteado y cesado en una maniobra pilotada por el secretario de Estado, Tarcisio Bertone.
Tan solo el trabajo de las dos comisiones investigadoras creadas por el Papa Francisco y apoyadas por seis de las mejores consultoras mundiales han permitido ver la podredumbre escondida en una opacidad mantenida a toda costa hasta el verano del 2015.
La nueva secretaria de Economía, dirigida por el cardenal australiano George Pell ha erradicado ya parte de las «malas prácticas», lo mismo que el nuevo presidente del IOR, Jean-Baptiste de Franssu ha conseguido eliminar la mayoría de las cuentas y operaciones ilegales en el banco del Vaticano.
Los informes de las consultoras, filtrados ilegalmente al autor del libro, sacarán los colores, en cambio, a los altos prelados que se aprovechaban del sistema anterior o que utilizaban su influencia para permitir que empresas de sus amigos «sangrasen» al Vaticano inflando costes y facturas. Era una gestión «a la italiana», que puede pasar a la historia en dos o tres años si Francisco mantiene su energía.