Redacción – El avance de la tecnología en la comunicación puso en retirada al diario y al papel; pero la historia nos demuestra que los cambios de sistema en los medios derivan en complemento.
El papel está en crisis y en proceso de suplantación por los medios electrónicos no es novedad. Sin embargo, las últimas estadísticas del IVC (Instituto Verificador de Circulación) marcan una fuerte caída en ventas de los diarios también en Argentina. De lunes a domingo, tomando el período de marzo del 2007 a marzo del 2017, Clarin pasó de más de 380 mil ejemplares a tan solo 183 mil. La caída de La Nación fue de 161 mil a 121 mil ejemplares.
En Mar del Plata, mientras la edición on line de La Capital le rinde un número de lectores superior a cualquier momento de su larga historia, la edición en papel languidece hasta convertirse en un pasatiempo del café al paso o el instrumento más idóneo, por ahora, para buscar trabajo o comprar y vender algo desde las siempre vigentes páginas de sus clasificados.
Y así ocurre con todos los grandes diarios del interior -algunos ya pensando en terminar con las ediciones tradicionales- que durante más de un siglo representaron verdaderos poderes paralelos y hoy tienen que acostumbrarse al cyber espacio en el que se encuentran en manos de las redes sociales, con su respuesta instantánea y su juicio siempre alerta.
¿Desaparecerán entonces los diarios tal cual los conocemos hasta ahora?. Seguramente no. Como en su momento la TV por cable en relación a los canales abiertos, o los celulares cambiando el universo hasta entonces inmodificable de la telefonía fija, el télex al telegrama y el mensaje de texto a este -antes de morir en manos del whatsapp– la evolución de los medios va generando alternativas cada vez más relacionadas con la interactividad, pero siempre como complemento de lo anterior y no como suplantación total.
La aparición de la imprenta universalizó los textos que hasta ese momento eran privilegio de la nobleza en manos de sus escribas. Y estos había tomado sus contenidos de las tradiciones orales, aquella embrionaria forma de comunicación a la que el nacimiento de las ciencias codificadas, como la antropología o la numismática, consagraron como vehículo de casi un 80% de verdades centenarias que transportaban de generación en generación.
Los nuevos medios y las nuevas técnicas son por tanto complementarias y no excluyentes. Seguirán los diarios, la radio, la televisión y la telefonía, como antes las tradiciones y los libros. Y cada uno de estos métodos del conocimiento, la cultura y el entretenimiento necesitará del otro para sostenerse y tener una razón de ser en su tiempo y en su espacio.
Lo que en todo caso se ha terminado es el tiempo de la comunicación unidireccional en la que el emisor impone temas y opiniones ante un receptor indefenso o aislado. Hoy las redes nos convierten en parte de la noticia y en agentes dinámicos de la opinión; y eso se parece cada vez más a la verdadera libertad de expresión.
Que era lo que la comunicación busca desde sus orígenes.