La tarde del viernes feriado se coronó con el festejo desatado de más de 120.000 personas que miraron el partido al aire libre, pero la tensión que se vivió en Las Toscas pasó por todas las estaciones.
Antes del disfrute pasó de todo: sol agobiante, calor abrasador, cielo nublado con viento, una inesperada lluvia (que no se anticipó en ningún pronóstico), frío por momentos, el regreso de un sol tibio y hasta esa inexplicable sensación atérmica de pensar que podíamos despedirnos del Mundial esa misma tarde.
Fin de semana largo a pleno, la ciudad repleta de turistas y un día de playa espectacular con 30 grados de temperatura. Un día ideal para vivir el partido de Argentina ante Países Bajos en la platea natural que se improvisa en el tradicional Paseo Las Toscas sobre la costa de Mar del Plata.
Desde temprano el verde césped se empezó a cubrir con reposeras, lonitas y esterillas con familias futboleras que se disponían a pasar la tarde alentando a la selección. Se repetía la postal de los partidos anteriores, especialmente ante Polonia y Australia, pero esta vez con un agregado para redoblar la apuesta en la convocatoria.
A las dos pantallas gigantes ya instaladas, se le añadió una más orientada hacia el mar para que quienes quisieran ver el partido desde la arena pudieran hacerlo en una posición privilegiada. Un gran acierto de la organización que ofreció un formato 360° para atraer a una verdadera multitud entre marplatenses y visitantes.
El inicio del partido transcurrió con cierta tranquilidad con el cielo algo nublado y temperatura agradable, pero cuando apareció la genial asistencia de Messi para el gol de Molina se corrieron las nubes y el primer grito de Argentina sonó amplificado a pleno sol para darle aún más color al festejo.
Nadie esperaba que en el comienzo del segundo tiempo se iba a teñir de gris la tarde. Y no solo fue falta de sol. Las nubes más oscuras empezaron a descargar sus gotas sobre la multitud. Lejos de amedrentarse, los hinchas empezaron a saltar y a cantar más que nunca bajo la lluvia. Como en una típica tormenta de verano marplatense, se empezaron a abrir las sombrillas de playa para resguardarse del agua. Nadie dejó su lugar. Una postal tan inusual como conmovedora.
Argentina iba ganando 1-0 pero el clima se estaba tornando incómodo. Del intenso calor a la lluvia con viento cruzado en apenas un instante. Hasta que de repente todo se acomodó: penal para Argentina, gol de Messi y la reaparición del tan ansiado sol. El desahogo fue total con otro potente grito de gol replicado en 120.000 almas que ya paladeaban el triunfo y la clasificación a semifinales.
Lo que ocurrió después ya pasó a formar parte del termómetro interno de cada uno. El descuento de Países Bajos aplacó un poco los ánimos y el empate agónico fue un verdadero baldazo de agua helada para todos.
El alargue se vivió con tensión. Nadie recuerda si en ese momento hacía frío o calor. Antes de los penales, uno de los animadores quiso contagiar a la multitud para empezar a cantar el clásico «Vamos, Vamos, Argentina…» pero la respuesta fue tibia.
Y apenas se inició la serie de penales, Mar del Plata sintió más que nunca el fuego de su orgullo de ser la ciudad natal de «Dibu» Martínez. Las dos atajadas espectaculares del arquero marplatense encendieron a la multitud y ese calor de la gente se mantuvo hasta el festejo final tras la angustiante definición.
La «Ciudad Feliz» en estado puro. Con todos los climas en apenas una tarde. Un día de verano como cualquiera, pero que quedará en el recuerdo como una jornada histórica de primavera en plena fiebre mundialista.