Consejo Económico Social: un intento gastado y destinado al fracaso

Por Adrián FreijoCon la ostentación vacía que caracteriza a la política argentina la presentación del nuevo organismo omite voluntariamente el pasado y supedita el temario al relato. No va a andar.

En la política argentina pareciese que lo que no se presenta con ostentación no es válido. Para una dirigencia que suma décadas de fracaso y que por cierto casi no se ha renovado, tal vez sería aconsejable poner manos a la obra, no sobreactuar, no pretender todo el tiempo que se ha descubierto la humedad en el pozo y, sobre todo, no crear expectativas falsas en base a trajinadas cuestiones que han sido intentadas una y otra vez y siempre con resultados catastróficos.

Los consejos económicos y sociales son una idea que Juan D. Perón trajo a Argentina desde Europa en la década del ’40. La visión es la de una sociedad corporativista, organizada alrededor de los representantes empresarios, de los trabajadores y el Estado actuando como árbitro e insiste en la idea de que el gobierno se ejerce desde una cúpula centralizada de manera piramidal al resto de la sociedad.

Y no tiene sentido discutir si entonces era practicable; el mundo globalizado de hoy hace inviable cualquier intento que no sea el aceptar las reglas de juego internacionales, adecuarse a estas y buscar en ellas los nichos productivos y de servicios que permitan avanzar en un desarrollo posible de la economía y la sociedad. Recordando siempre aquella frase aristotélica que entre nosotros también popularizó Perón: «la única verdad es la realidad».

Como Argentina desde aquellos tiempos tuvo recurrentes problemas de inflación crónica, los consejos económicos y sociales fueron para discutir precios y salarios. Lejos de un consejo central que planifica el desarrollo, fueron lugares donde se trataba de ordenar la puja distributiva.

Antes de poner en marcha un plan antiinflacionario, en el consejo económico y social se consensuaban los precios de referencia: tasas objetivos de inflación y tipo de cambio, ajustes impositivos y de tarifas públicas, y pautas salariales.

Y esta es la agenda del que ahora, entre mensajes y discursos, lanza el gobierno de Alberto Fernández dejando afuera del temario la inflación, que sigue siendo el problema más agudo de nuestra vida económica.

Tan solo por eso ya se podría anticipar el fracaso…cantado e inevitable.

Pero hay más. En un mundo en el que la tasa de interés se mantiene en el 0% y los países más importantes de la región deben abonar una que oscila entre el 2 y el 4%, los bonos argentinos, tras el pretendido espaldarazo de la reestructuración de la deuda, se ven obligados a ofrecer un 20% para lograr que alguien quiera tomarlos. Una clara demostración de la desconfianza que el mundo tiene en nuestro futuro y otra convocatoria, una más, a los fondos especulativos que luego terminarán demandando al país, cercando la economía y disparando esa parafernalia de estupideces que buscan que la gente confunda mala praxis de nuestros gobiernos con supuestos «ataques buitre» de un imperialismo que ciertamente se esfumó junto con el Muro de Berlín.

Queda por último analizar un aspecto que es la esencia misma del fracaso de estos reiterados intentos -desde aquel primero de Perón y hasta el de 1994 orientado por el menemismo o el de la emergencia del gobierno de Eduardo Duhalde en 2002, hubo ocho consejos económico sociales que no pasaron del anuncio grandilocuente y no lograron frenar ninguna de las crisis que todos recordamos- y es el que marca la presencia de las organizaciones sociales, por primera vez en la historia, en la mesa de negociaciones.

No existe motivo para que la economía popular no esté presente en el Consejo Económico y Social. Sólo la mitad de los ocupados en Argentina tiene un empleo “en blanco”, generado por el Estado y las empresas y representado por los sindicalistas sentados en el Consejo.

La otra mitad del mercado laboral son cuentapropistas (no tienen empleador, ni sindicalista) o asalariado “en negro”, tienen empleador, pero en una unidad informal, de bajísima productividad, haciendo una producción de subsistencia y sin sindicalismo, porque si no desaparecería.

Esta mitad de los ocupados es la que los representantes de la economía popular dicen venir a representar en el Consejo Económico y Social. Pero nadie recuerda que su sola presencia es la prueba del fracaso de similares intentos anteriores: si los consejos económicos y sociales que tuvo Argentina hubieran logrado una economía con más empresas, una legislación laboral e impositiva moderna que posibilitara la inclusión económica y social de la mitad que hoy está excluida en el cuentapropismo y la informalidad, la economía popular no existiría.

Así, entre antecedentes imposibles de soslayar, repeticiones y omisiones propias de la mediocridad dirigente y una sociedad descreída de lo que los administradores del estado pueden hacer por mejorarle una calidad de vida que ellos mismos empujaron al abismo, esta nueva versión cuatripartita del Consejo Económico y Social nace con destino de fracaso y nada podrá hacer para cambiar la actual realidad de pobreza, aislamiento e inflación que caracteriza al país.

Porque en realidad ni siquiera va a intentarlo…solo se trata de ganar tiempo y sumar relato.