Contener a los propios: la nueva consigna de un kirchnerismo en crisis

Por Adrián FreijoLos moderados deberán esperar y el electorado independiente es ahora un objetivo lejano. Los líderes oficialistas se esfuerzan en consolidar un voto núcleo que parece dudar.

 

No solo la vasta y cambiante clase media argentina muestra por estas horas su enojo con el gobierno de Alberto Fernández. Hasta los votantes del círculo más duro del kirchnerismo comienzan a expresar su molestia por las constantes claudicaciones presidenciales, en un contexto en el que la acción de su gobierno parece balancearse a izquierda y derecha sin tomar definitivamente un camino hacia uno u otro lado.

Una inflación desbocada que golpea en los sectores más humildes -casualmente quienes componen cuantitativamente el núcleo duro del oficialismo- el cierre de comercios e industrias, la salida del país de importantes empresas extranjeras dadoras de empleo, la escalada constante del dólar con su impronta sobre los precios de productos de consumo masivo y una agenda de gobierno que parece buscar conformar desde lo discursivo a sus seguidores pero no hace eje en la solución de los  muchos problemas que los afectan.

Y a eso se suma ahora un escándalo que pretende acotarse a la vida doméstica del presidente pero que en la mirada de la gente, aún de muchos que siguen a Cristina y a su gobierno, no deja de ser una expresión oligárquica de privilegio que emparenta al pretendido poder popular con lo peor de la rancia tradición conservadora de «tirar manteca al techo».

Y la actitud presidencial pega en la línea de flotación del relato minuciosamente construido desde el nacimiento del kirchnerismo -a veces basado en hecho y muchas otras solo en palabras o falsos apotegmas- y obliga a un fuerte viraje de campaña cuyas consecuencias recién se verán tras el conteo de votos: Cristina debe salir a descubierto a tomar la centralidad y ya no ahora para mostrarse moderada y acercar a los esquivos sectores de la clase media -algo que supo hacer muy bien en más de una ocasión- sino para contener al sector más duro de su partido, ese que hasta ayer parecía consolidado y hoy comienza a mostrar grietas.

Y esos atisbos de rebelión toman rápidamente forma y denominación. Las organizaciones sociales jaquean hoy más al gobierno de Alberto que al orden del tránsito en la CABA de Rodríguez Larreta; y los gremios -que anuncian una incipiente unidad que desvela al poder político, muy cómodo a la hora de negociar en las divisiones- comienzan su clásico minué que los acercará y los alejará de la Casa Rosada según sea el momento y el compás del baile.

Por eso Alberto grita y Cristina ya no oculta su carácter de cabeza omnipresente del proyecto…

El dubitativo mandatario tiene que mostrar músculo y «la Jefa» dejar en claro que es ella, y solo ella, la que pone límites y asigna roles. «Alberto, tranquilo, poné orden donde tengas que poner orden, no te enojes y dale para adelante» le dijo, en un nuevo señalamiento a la Primera Dama que ha sido elegida por todos como la gran responsable del papelón vivido.

¿Seguirá el mensaje hacia los propios hasta el final de la campaña?, ¿será solo una estrategia para consolidar una buen PASO tras la cual se volverá al intento de seducir moderados?, ¿o definitivamente el kirchnerismo se dispone a encarar la segunda mitad de mandato abroquelado sobre si mismo y a suerte y verdad con sus ideas?.

De la respuesta que de la realidad dependen muchas cosas en la Argentina. Un país gobernado para el núcleo duro va a ser necesariamente el reino del asistencialismo, la inflación y la desinversión. Más de una década en el poder dejó en claro que todo lo demás está lejos de sus prioridades y conocimientos.

Si por el contrario se busca recuperar el apoyo de la clase media el panorama se convierte en más complicado. ¿Cómo se sostiene a las organizaciones sociales?, ¿cómo se conforma a los gremios?, ¿cómo se recupera la inversión?, ¿qué medidas de ajuste se toman para frenar la escapada del dólar?, ¿qué se hace con la legislación laboral, hoy convertida en freno a cualquier crecimiento del empleo formal?, ¿cómo llevamos las tasas de interés a niveles compatibles con el crédito para la producción y el consumo sin tener que afrontar desde el estado disparatados subsidios que terminan por alimentar alimentar la inflación?.

Por ahora, para evitar fugas mayores, la consigna es «vamos por los nuestros».

Pero todos saben que eso no alcanza para encarar lo que sigue.