Coronavirus: es el momento de barajar y dar de nuevo

Por Adrián FreijoTal vez sea hora de dejar los debates de lado, abandonar la costumbre de buscar un culpable y un pretexto y tomar decisiones en base a una realidad que se complica.

Mientras la sociedad marplatense se debate en agotadoras discusiones acerca de las políticas implementadas para combatir la pandemia y, con esa necesidad enfermiza del «blanco o negro» que tenemos incorporada a nuestro ADN, se divide en «cuarentenistas» y «anticuarentenistas» con una creciente y peligrosa vehemencia que tal vez fuese menester para mejores emprendimientos, el virus -que no entiende de estos torneos semánticos ni le importan- avanza peligrosamente y amenaza con lograr su principal triunfo estratégico: hacer colapsar el sistema de salud y ponernos de rodillas ante la imposibilidad de brindar asistencia a los infectados.

Es cierto que algún cálculo falló o que la celeridad de las autoridades en fortalecer lo suficiente la capacidad de camas y la necesaria cobertura de personal sanitario no fue la que se necesitaba. Y lo es tanto como la necesidad de no olvidar que la precariedad del sistema sanitario es una realidad que se ha arrastrado por años, algo que jamás hemos tenido en cuenta ni hemos exigido a la hora de emitir nuestro voto. ¿Reclamamos ahora algo que hasta ayer no más nos parecía secundario y que seguramente pasado el miedo que esta crisis genera tampoco se va a convertir en un pedido general a nuestra dirigencia, por encima de las cuestiones salariales, el precio del dólar o nuestro derecho a vacacionar?.

Si algo deja este tiempo es la enseñanza de los males que acechan a una sociedad cuando confunde tanto sus propias prioridades…

Pero dejemos estos debates para después -afortunadamente habrá algunos que no dejarán de recordarnos donde terminan los pueblos que desprecian la salud, la educación y la seguridad, hoy infectada de crímenes y ataques a la propiedad privada- y concentrémonos en lo que debemos hacer de aquí en más para salir definitivamente de este atolladero. Pero hagámoslo sin llorar sobre la leche derramada: el espiral de contagios está entre nosotros, afecta a todo el país y de nada valdría regodearnos en los posibles errores cometidos mientras caemos como moscas sin tener asegurada ni siquiera la mínima atención necesaria.

Ya no es tiempo de discutir acerca de las aperturas; es el momento de endurecer los protocolos, controlar su cumplimiento y castigar severamente a quienes no cumplan con las normas de cuidado necesarias. Todas las actividades son posibles -salvo algunas cuya organización puede convertirse en peligrosas- si se cumplen las medidas de distanciamiento social suficientes para alejar el riesgo de contagio.

Y asumir cada uno de nosotros una actitud responsable de control ciudadano: terminar con esos vanos prejuicios que hablan de «buchonismo» y cosas por el estilo y denunciar sin duda alguna a quienes sigan actuando como si nada pasara. Que no se trata de un torneo de falsas lealtades ni de continuar con la enfermedad de los códigos mafiosos argentinos, sino de salvar vidas; la nuestra y la de los demás, incluidos nuestros seres queridos.

Mucha es la responsabilidad que nos cabe a los medios de difusión. Convertidos todos en cultores de las libertades públicas, parecemos olvidar que hoy estamos en una trinchera, sometidos al bombardeo enemigo y necesitados de no exagerar nuestros movimientos para no convertirnos en blanco fácil de sus intenciones letales. ¡¡¡Qué maravilloso sería que ese súbito amor por la libertad se viese reflejado a la hora de cumplir con nuestro deber original de pararnos frente al poder y reclamar en nombre de tantos vecinos y ciudadanos que, día a día, se ven afectados en sus derechos por la ineficiencia de la acción del estado!!!.

Barajar y dar de nuevo. Convertirnos en militantes de la vida. Y si es necesario avanzar sobre la libertad de reunión y la prohibición de manifestaciones públicas, hacerlo sin dudar; porque estamos en guerra y las guerras no se ganan poniéndosela fácil al enemigo.

Y no mirar tanto lo que ocurre afuera ni escuchar lo que por allí se dice de nosotros. Ni lo bueno, ni lo malo…

Si estamos peor que el resto del mundo es porque entramos a la crisis sin reservas, sin defensas, sin una red de contención social que fuese más allá del asistencialismo, sin responsabilidad ciudadana ni disciplina comunitaria. Llegamos debilitados y estamos pagando el precio de ese estado.

Pero como en el ingreso de un accidentado al área de emergencia de cualquier hospital, apliquemos ahora una política de shock que frene la hemorragia ya que luego, estabilizado el cuerpo a curar, habrá tiempo para aplicar el tratamiento más adecuado.

Basta de mirar para atrás, de echar culpas y lamentar lo que no se hizo y…a poner manos a la obra antes que sea tarde.