El presidente ha perdido el rumbo y solo queda esperar que no haya sido en forma definitiva. Una semana errores, tropezones y un divorcio cada vez más notorio con la sociedad. Luz amarilla.
Para algunos fanáticos del oficialismo encontrarse en una imagen del presidente de la república recibiendo los parabienes de una sociedad que parece tener que agradecerle lo que en realidad es una obligación de gobierno -que tiene además muchos cuestionamientos y opacidades que aún no están debidamente aclaradas- puede parecer algo normal.
Pero para el grueso de los argentinos, y seguramente mucho más para los millones de independientes que desde hace dos décadas definen las elecciones en el país, ver a un presidente endiosado, con modos que recuerdan a lo más abyecto propaganda fascista, al mismo tiempo que lo perciben minusvaluado y manipulado por sectores de su propio partido, no puede menos que generar un divorcio creciente y de consecuencias institucionales muy graves.
Y es que a Alberto Fernández le queda más de la mitad de su camino a recorrer en el poder y la sola posibilidad de que quede limitado por una derrota electoral y que la cerrazón de sus compañeros de ruta no le permita buscar acuerdos y alianzas que le otorguen capacidad de maniobra nos hace recordar tiempos de inestabilidad no tan lejanos y consecuencias que no es bueno ni imaginar.
En una semana en la que su gobierno sumó otro innecesario traspié de la mano de una diplomacia que nadie entiende como queda aún en manos de un principiante en la materia como es Felipe Solá, el mandatario adelantó un saludo triunfal a quien en definitiva fue el gran derrotado en los comicios ecuatorianos. ¿No hubo nadie que le aconsejase no tomar partido en un proceso electoral ajeno y mucho menos ante un escenario tan cerrado como aparecía el de Ecuador?.
Pero tal vez lo más importante sea que Alberto pueda llegar a ver el aislamiento al que puede someterse el país si insiste en caminar en sentido contrario a las decisiones que América Latina viene tomando y al creciente enfriamiento de las relaciones del bloque occidental con China y Rusia en lo comercial y también, peligrosamente, en lo militar.
Chile, Brasil, Uruguay, Paraguay, Colombia, Ecuador y seguramente Perú -donde cuatro de las cinco fuerzas principales que se observan de cara al ballotage son de centro derecha y ya están negociando apoyos cruzados a cambio de espacios de poder- son claro ejemplo de que los populismos de izquierda están cediendo terreno y que experiencias como las de Venezuela, Cuba o Nicaragua comienzan a ingresar en los museos de la historia, dando paso a opciones más moderadas que deberán tener a esos mismos independientes como el gran objetivo a seducir.
Aunque nadie parece advertirlo cerca del presidente argentino…
Mucho tiene para revisar el inquilino de Balcarce 50 y Olivos y muchas decisiones que lo devuelvan a ese centro en el que tan cómodo se sentía y del que los propios lo sacaron a empellones. Si no lo hace seguirá cosechando tropezones, porrazos y repudios de una sociedad harta de aventuras pretendidamente revolucionarias y liderazgos personales que se alimentan de la obsecuencia y la demagogia.
Los países se vacunan porque es su derecho y se relacionan de acuerdo a sus intereses. Nada tienen que ver ni los iluminados ni las ideologías.
¿Es tan difícil de entender?…