COVID-19: EL VIRUS DE LOS DÉSPOTAS

Ningún ejército invasor logró penetrar tanto en el mundo como este diminuto virus que viola fronteras y mata personas al tiempo que frena las economías y quiebra las naciones.

¿Se imagina el lector si Adolfo Hitler hubiese contado con el COVID-19 como fuerza invasora en Europa occidental o en el frente ruso?; ¿o si Atila pudiese haber evitado cabalgar desde Asia hasta el corazón del imperio para asolar, conquistar y dominar limitándose a matar por contagio y frenar en cuarentenas suicidas a los ejércitos romanos y visigodos?.

A lo  largo de la historia cada tirano con sueños imperiales terminó cayendo por el agotamiento de sus ejércitos en los muchos frentes de batalla abiertos y por el inabarcable costo económico de sus sueños de expansión. ¿Cuál sería el final de la historia si en vez de tanques y caballerías la fuerza de batalla se integrara de pandemias y cuarentenas que en vez de desgastar a los propios paralizaran al enemigo?.

Seguramente el mundo no sería lo que hoy es…

Pues a un nuevo orden deberemos acostumbrarnos apenas amanezca «la normalidad post pandemia» y en él encontraremos más pobres, menos trabajo, liderazgos en quiebra, proteccionismo y nacionalismos exacerbados y genocidios administrados por vía del hambre o las guerras nacionales.

Así como el mundo se bajó su nivel de contaminación en pocos meses por el cese de la actividad del hombre sobre el planeta, la economía cayó a niveles globales de hace cuarenta años y tardará en recuperarse mucho más tiempo que los elementos naturales en volver a enturbiarse.

Dicen que de China nació el virus asesino. ¿Es casualidad que desde el gigante asiático surja ahora una moneda virtual que sale a pelear al dólar el monopolio del comercio mundial?.

Beijing pide por estas horas prepararse para el peor de los escenarios, que pasaría por una confrontación armada entre las dos grandes potencias. Pero tan solo se trata de parte de una movida psicológica al mejor estilo de la Guerra Fría; para su gobierno, desde hace mucho tiempo, la cuestión pasa por otro lado.

Como en el viejo sueño de Marco Polo -que más allá de un intrépido navegante fue un visionario y un diplomático de primer nivel- no hace falta un ejército para dominar al planeta más allá de la Gran Muralla. Basta con el comercio, sobre todo si el adversario se encuentra desorientado y débil.

Algo que el COVID-19 se encargó de conseguir. Y vaya si lo logró….