Redacción – Empecinada en torcer las causas judiciales que la involucran junto con sus hijos ordenó este fin de semana acelerar el ataque contra los jueces. Peligro de golpe «blando» si no hay resultados.
Enceguecida, furiosa con el presidente -al que considera cómplice de una operación mediática y judicial en su contra- y dispuesta a conseguir garantías antes de que alumbre la feria de enero, Cristina Fernández de Kirchner ordenó a los suyos un asalto final a la Corte Suprema de Justicia y a los magistrados federales que se niegan a apartarla a ella y a los suyos de las graves causas por corrupción que hoy enfrenta.
La marcha bajo el lema «Una Navidad sin presos políticos», que exige la libertad de los detenidos pero incluye entre las presuntas víctimas a la propia Cristina, es un claro mensaje al poder político: o está con ella o está contra ella.
Aunque para lograr sus objetivos deba aparecer en una misma imagen con muchos a os que preferiría tener lejos y depositar en el arcón de las cosas pasadas. ¿O alguien puede creer que a la actual vice le entusiasma ver su cara junto a la de Boudou -al que en privado trata de traidor por haber pretendido aprovechar la muerte de Néstor Kirchner para quedarse con algunos negocios entre los que el de Ciccone es solo uno de ellos- Luis D’Elía, Esteche o su odiado Julio De Vido?. ¿Siente Cristina que su destino histórico es compartir escenario con el Pata Medina o con Jaime y Schiavi bajo la sombra de aquellos muertos de Once a los que intentó desconocer cuando las mieles del poder le sonreían?.
Por momentos la viuda de Kirchner parece hacer suya la letra de la milonga El Conventillo en la que el inmortal Edmundo Rivero cantaba aquello de «colgué mi fotografía donde esta la galería de los ases del choreo». Pero la necesidad tiene cara de hereje y sumarse al rosario de «perseguidos políticos» sirve al menos para presionar ante los distraídos poderes que desde Balcarce 50 parecieran no estar dispuestos a hacer otra cosa que no sea apoyar desde la palabra.
Tal vez por eso, y para recordarle a Alberto Fernández quien maneja los controles del avión del poder, mandó a uno de los suyos a presionar desde adentro del propio gabinete de gobierno. No es raro que haya sido uno de sus predilectos -al que nombró en público en las ultimas horas mientras a Wado De Pedro le dedicaba un «no lo registraba» para dejar en claro las diferencias que hoy son cada vez más profundas y que nacen justamente de la cuestión judicial- el que salió a sostener su postura frente al tema: “sí, claro, hay presos políticos”, dijo el ministro de Medio Ambiente Juan Cabandié ante una pregunta de los periodistas acreditados en la Casa Rosada. Y cuando se le consultó qué tenía que hacer el Gobierno al respecto remarcó que “la Justicia tiene que intervenir, pero tenemos que poner las discusiones en la arena pública”.
Comenzó el asalto final y esta vez no hay término medio: o salen fallos exculpatorios o sale la Corte vía juicio político, o sale el kirchnerismo a la calle a voltear al poder judicial o sale…¿Alberto?.
Lo único que está claro es que Cristina no quiere sentarse en el banquillo en ningún juicio oral y exige que todas las causas por corrupción vayan a parar al archivo.
Y no acepta minucias inconducentes como eso del estado de derecho….