(Por Adrián Freijo) – Carlos Arroyo sigue pensando que no mostrarse es la vía hacia el triunfo. Ahora intenta no estar sentado en la banca para la que fue elegido. Al menos discutible…
Carlos Arroyo presentó una nota a la presidencia del Concejo en la que solicita licencia en sus funciones de concejal hasta después de las elecciones. Sostiene que el tiempo de campaña le insumirá todos los esfuerzos y que no podrá por tanto cumplir con sus obligaciones de representar a los votantes que lo eligieron.
Cuando se analiza la cantidad de presencias del interesado en los trabajos de comisión, sus intervenciones en el recinto y sobre todo los proyectos presentados, cuesta creer que su función de concejal le haya insumido tanto tiempo como para no poder desdoblarse en su trabajo y en la campaña.
Pulti es candidato e intendente, Fiorini está en las mismas condiciones que Arroyo, varios ediles van por su reelección y, aunque a veces pareciera olvidarse, otros candidatos tienen actividades privadas de las que viven y a las que no pueden abandonar por su carácter de tales.
No es admisible por tanto la pretensión del hombre de Cambiemos, sobre todo si tomamos como parámetro a su ocasional jefe político: Mauricio Macri es pretendiente a la presidencia y a su vez Jefe de Gobierno porteño, cargo del que no se ha apartado.
Como no lo hizo Scioli, que sigue siendo gobernador de la provincia, o la misma Maria Eugenia Vidal aún hoy al frente de su cargo de Vicejefa de Gobierno de la CABA.
El ocultamiento como estrategia nunca es válido cuando se trata de postulaciones a cargos públicos que requieren de la gente el análisis de propuestas de gobierno para la ciudad, y mucho menos cuando esa ausencia se pretende en una banca que supone un mandato popular y que se ha asumido bajo el juramento de honrar y cumplir.
Dejemos estos juegos esotéricos para cuestiones menos importantes que la representatividad popular, asumamos aquellas responsabilidades que tomamos voluntariamente y trabajemos cada uno en lo suyo para que las cosas mejoren en una ciudad que mucho lo necesita.
Lo demás, aunque duela decirlo, es de un mesianismo propio de quien cree que al solo influjo de su presencia la gente se postrará en alabanza.
Aunque, una vez más, se pretenda que pedir responsabilidad es parte de una campaña sucia.