Cuando los anuncios de obras e inversiones se convierten en ficción

Por Adrián FreijoBienvenidas las obras, si no quedan en proyectos. Pero cuidado con mentirle a la gente arrogándose méritos ajenos y pontificando sobre lo que no se puede resolver.

El Intendente participó del Foro “Mar del Plata destino de inversiones”, organizado por la Fundación Global y sostuvo que “Mar del Plata está emergiendo como una potencia industrial”, lo que generó miradas irónicas entre los concurrentes que saben que la caída de dos de las industrias básicas locales -la pesca y la textil- son junto con la crisis acentuada de la construcción una parte importante de la crisis socio-económica por la que atravesamos.

A ello debe agregarse la otra industria -la llamada «sin chimeneas»- que es el turismo y que año a año cae sin encontrar su piso y sin que de la administración actual surja una sola señal de interés y líneas de acción. Más bien, los hechos demuestran que durante el verano todo lo que se hizo (o no se hizo) estuvo destinado a expulsar a los visitantes: pérdida de espacios públicos de playa, precios exorbitantes en el alquiler de sombra, mega operativos de tránsito con espíritu exclusivamente recaudatorio y descontrol en la proliferación de marginalidad y en el crecimiento de la falta de higiene urbana. 

¿Sobre que índices construye su afirmación Carlos Arroyo, capaz además de quitarle seriedad al drama de la desocupación, como si fuese un molesto obstáculo a correr del camino?.

La gestión está abocada a facilitar la inversión privada. Las inversiones que están llegando y seguirán llegando permitirán tener más fuentes de trabajo y así atacar el alto índice de pobreza, ese dichoso 30% que hoy tenemos por las grandes dificultades estructurales de los últimos 50 años” manifestó, desconociendo tal vez que lo que a él le resulta «dichoso» es seguramente el problema más grande que tiene estructuralmente Mar del Plata.

Ese 30% se alimenta de la pérdida de mano de obra en la pesca, el turismo, la construcción y en menor medida en la industria textil. Algo que no se resuelve tirando cifras al aire, por más que se trate de inflarlas y provengan de una administración que en los hechos utiliza el dinero público para pagar una masa salarial ingobernable y dislatados contratos de servicio producto de la impericia de los funcionarios.

El intendente presentó el Plan Integral de Obras Públicas 2016-2017, que representa una inversión total de $5.966.730.690-, que mezcla obras nacionales con otras provinciales y solo algunos fondos que, provenientes de esas jurisdicciones, son «administrados» por el municipio y terminan siempre cubriendo los agujeros de pago de sueldos y de la recolección de residuos.

Han sido cientos de viajes a Capital Federal y La Plata de parte de este Intendente y mi equipo de trabajo para poder tener hoy una realidad que se postergó mucho tiempo, y que puede verse en  arreglos de calles, salas de salud nuevas, mejor alumbrado público, agua potable y cloacas para todos los vecinos y viviendas» afirmación que causó más de un soponcio en la audiencia, convencida entonces de que hay algún amplio sector de la ciudad que se les ha perdido de vista.

«¿Dónde está todo eso?» preguntó alguien que recién en ese momento volvía del baño y no sabía si se había perdido algo importante.

Y así entre una rara mezcla de obras propias -casi ninguna- provinciales, nacionales y privadas, el intendente se retiró convencido de haberse mostrado como un gestor implacable del progreso de la ciudad y un moderno gobernante que genera acción a cada paso. Aunque a sus espaldas los empresarios se acercasen a los periodistas presentes para deslizar sus amargas quejas por la demora inaceptable de los trámites necesarios para iniciar una construcción, lo que tiene parados varios emprendimientos de los que el orador había presentado como muestra de su agilidad administrativa. O, como dijo alguien que llevaba bajo su brazo un planito en el que alcanzaba a leerse «Superdomo-Avda. Juan B. Justo», la avidez del Club de Amigos por hacer de cada trámite un refuerzo de sus ingresos.

Pero en realidad nadie había concurrido para hablar muy en serio. «Las cosas se resuelven en otro lado» repetían divertidos.