La interrupción de clases afecta a 1.370 millones de niños, niñas y jóvenes. La UNESCO reveló que en los últimos días el número de estudiantes afectados por los cierres de instituciones se multiplicó por cuatro.
El cierre de escuelas, institutos y universidades a causa de la pandemia de coronavirus afecta a 1.370 millones de niños y jóvenes, según datos de la Organización de Naciones para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que confirmó restricciones educativas en al menos 138 países.
En los últimos diez días, el número de estudiantes afectados por los cierres se multiplicó casi por cuatro, hasta el punto de que casi ocho de cada diez alumnos de todo el mundo están ya sin clase.
Si es verdad, y lo es, que mucho de los que hoy nos ocurre es por la falta de previsión de países que solo se disponen al diálogo y el trabajo conjunto cuando el agua les llega al cuello, es fundamental que todos nos aboquemos a buscar soluciones rápidas -que hoy tienen como mecanismo ineludible y extendido al mundo virtual- para cuidar el acceso al aprendizaje de quienes son la reserva de un mundo que debe mirar al futuro.
Cuando este tsunami de la historia universal se aplaque la pelea va a ser, más determinante que nunca, entre los que quieran sostener los viejos privilegios y los que intentemos edificar desde el dolor un mundo diferente. Y la educación será sin dudas el arma que tendremos a mano para lograr el triunfo en la guerra por el mañana.
Desde el gobierno se está trabajando en una plataforma educativa oficial que sirva para llevar el conocimiento a los hogares argentinos. Solo será útil si se respetan dos principios sagrados:
1- La universalidad: que asegure que llegue a todos los hogares en los que guardan cuarentena niños y jóvenes de los cuatro niveles educativos. Hoy no todos tienen acceso a internet y será fundamental que el estado lo asegure como así también el instrumento que lo permita.
Como en diferentes momentos de la vida nacional se proveyó de útiles, guardapolvos, libros y vestimenta a quienes debían estudiar y no contaban con los medios para asistir a las escuelas, hoy urge hacer llegar a todos las computadoras que garanticen poder seguir esa plataforma educativa en igualdad de condiciones.
2- Los contenidos: que deben ser programáticos y no ideológicos. En un país acostumbrado al uso indiscriminado de todo medio para manipular la opinión pública, el ejemplo de una sociedad unida en la pelea contra la pandemia deberá convencer a las autoridades que no es momento de especulación política y que solo se trata de educar, preparar y acercar a nuestros niños y jóvenes a los conocimientos que los hagan capaces de enfrentar los desafíos del mundo que viene.
Solo así estaremos cuidando la semilla y asegurando la cosecha en un momento en el que la línea de partida de cada nación quedará sorpresiva y trágicamente cercana, sobre miles de cadáveres, crisis económicas y cambios culturales que aún hoy no podemos imaginar.
Tras la Segunda Guerra Mundial Paul Langevin y Henri Wallon, ambos hombres de ciencia, profundamente anti fascistas y miembros de la resistencia contra la ocupación nazi, desarrollaron en Francia una teoría educativa que luchó contra la enseñanza tradicional, intentando que los jóvenes se acostumbraran desde pequeños a compartir con sus compañeros procesos de aprendizaje comunes, reales y democráticos. Poco duró el intento: el viejo sistema resistió y la escolaridad segmentada y «respetuosa» de las diferencias sociales terminó por imponerse.
En aquella ocasión el drama dio paso a una oportunidad y el orden constituido, que se mantuvo incólume sobre 60 millones de muertos, se bastó para aplastarla.
¿Volverá a pasarnos lo mismo?….la respuesta la tenemos cada uno de nosotros.