El precio roza los U$S 400 y hoy parece no tener un techo asegurado. Una etapa de crecimiento puede ser el remanso que esperan las agotadas arcas oficiales. No desperdiciar la oportunidad.
El precio de la soja en el Mercado de Chicago cerró este viernes a 400 dólares por tonelada. Se trata del valor más alto registrado en los últimos cuatro años -desde julio de 2016- impulsado fuertemente por el aumento de la demanda proveniente de China.
La novedad es que este viernes en Chicago, China no fue el único comprador que impulsó los precios de la soja. Exportadores privados estadounidenses reportaron ventas por 154.000 toneladas a México y otras 132.000 toneladas a destinos no informados.
En la Casa Rosada miran con atención esta suba del precio de la soja en Chicago dado que ayuda a que los exportadores argentinos mejoren su capacidad de pago a los productores y aumente, en definitiva, el ritmo de ventas en el mercado local.
Estimaciones privadas indican que los productores aún tienen en su poder unas 14 millones de toneladas de soja. En el Gobierno esperan, a partir de la baja de retenciones, que se liquide un buen porcentaje de ese volumen en el último bimestre del año.
Pero no deberían repetirse los errores del aquel «veranito» sojero durante la primera etapa del kirchnerismo: utilizar el ingreso fiscal para asistencialismo no productivo y aumento de presión sobre los productores, desalentando la inversión y el crecimiento de las áreas sembradas.
Aquella actitud abrió una grieta -corporizada durante la refriega por la Resolución 125- que aún se mantiene abierta y cierra toda posibilidad de acuerdos estratégicos entre el estado y los productores rurales.
Hoy parece imprescindible una señal que serene el mercado local y represente para los productores una chance de previsibilidad. La suba del dólar blue, que cerró a 195 pesos, genera incertidumbre entre los sojeros a la hora de vender y volcar la producción al circuito comercial. «Los productores que venden son lo que necesitan cubrir gastos», explican en el mercado.
Viejos conflictos y nuevas inconsistencias convierten el terreno de juego en un verdadero tembladeral y aleja toda chance de recomponer la relación público-privada.
Un pecado que el país no puede volver a repetir…