Don Bosco: el hombre que dio a los jóvenes un toque distinto

El 31 de enero se celebra el Día de Don Bosco en recuerdo del hombre que llevó por el mundo un estilo de educación que entendió a los jóvenes desde una mirada integral, sabia y distintiva que lo hizo diferente al resto.

El 31 de enero la Iglesia Católica recuerda a San Juan Bosco, uno de los grandes santos de las dos últimas centurias. Su obra, que en Mar del Plata se ha instalado como parte de la cultura de la ciudad, abarca a todo el mundo y hace centro en la formación de los jóvenes, aquellos a los que el santo dedicó su vida, sus esfuerzos y sus sueños.

Haber pasado por los claustros salesianos hace que a lo largo de toda una vida se lleve un toque distinto, determinante y único que permite descubrir a un par en cualquier persona a la que apenas hemos conocido hace unos instantes. Hay algo imperceptible para los demás pero determinante para los hijos de Don Bosco que termina uniéndonos para toda la vida.

Un sueño de infancia

¿Quién fue y quién este es santo italiano, tan atractivo, tan popular, tan siempre juvenil como San Juan Bosco? Nació en Castelnuovo, en el Piamonte, junto a Turín, en el noroeste de Italia, el 16 de agosto de 1815. Fue bautizado con los nombres de Giovanni Melchior Bosco Ochienna. Cuando tan solo tenía dos años falleció su padre, Francesco Bosco, a los 37 años. Juan Bosco vivió, de este modo, una infancia dura y precaria. Pasó sus primeros años trabajando como pastor de ovejas y recibió la primera educación de manos del sacerdote de su parroquia. A pesar de su deseo de aprender, la carestía económica en que vivía su familia le obligó a dejar la escuela.

A los 9 años tuvo un sueño relevador, que él contaría tiempo después. En el sueño estaba rodeado de niños que se peleaban entre sí y se insultaban, mientras él trataba de calmarlos y poner paz, primero con gritos y después con golpes. Súbitamente se le apareció Jesús y le dijo: «¡No con golpes, sino con amor y mansedumbre deberás ganarte a estos tus amigos!… Hazte fuerte, humilde y robusto, y a su tiempo lo entenderás todo». En el sueño, Jesús le indicó también que su maestra sería la Virgen María, quien apareció al instante y le dijo: «Toma tu cayado de pastor y guía a tus ovejas».

A los 17 años, en 1835, entró en el seminario y seis años después fue ordenado sacerdote, siendo trasladado a Turín. Servía en la pastoral penitenciaria y parroquial. Y los jóvenes marginados le «robaron» el corazón. Su vida sería desde entonces y hasta su muerte en Turín el 31 de enero de 1888 un servicio incondicional a la educación humana y cristiana de los jóvenes, para quien, tras veinte años de pasos e iniciativas previas, fundó en 1874, con la aprobación del Papa Pío IX, la Congregación Salesiana -en honor de San Francisco de Sales-, también llamada Sociedad Don Bosco.

El carisma de Don Bosco

¿Cuál fue y es el carisma salesiano? Una vez ordenado sacerdote, Juan Bosco -como queda ya indicado- empleó todas sus energías en la educación de los niños u de los jóvenes e instituyó Congregaciones y Oratorios destinadas a enseñarles oficios distintos y formarlos en la vida cristiana. Esta Congregaciones, que pronto será Institutos Religiosos y Asociaciones laicales, que agrupan ahora bajo el carisma y la denominación de la Familia Salesiana. La devoción a la Virgen María, bajo el título de María Auxiliadora, fue una de las constantes y características de su vida.

Don Bosco fue el creador en Europa de la Formación Profesional y de numerosos talleres de artes gráficas, carpintería, zapatería. En plena revolución industrial y mientras cundía una juventud pobre, marginada y sin derechos, él mismo se encargó también de mediar en los primeros contratos laborales entre aprendiz y artesano de manera que Don Bosco en la educación del joven y el empresario en el enseñarle, darle trabajo y alojarlo.

El secreto de la vida y de la obra de Juan Bosco fue trabajar siempre con amor, un amor transido de ternura, paciencia, dulzura, cercanía, firmeza y comprensión. «Es más fácil -subrayaba- enojarse que aguatar, amenazar al niño que persuadirlo; añadiré, incluso, que para, nuestra impaciencia y soberbia, resulta más cómodo castigar a los rebeldes que corregirlos, soportándoles con firmeza y suavidad a la vez… No con golpes, con amor, con amor», repetía, mansos y humildes de corazón. Sin ira porque son nuestros hijos.

La metodología educativa y pastoral de Don Bosco constituye el llamado «sistema preventivo». Esto es, jamás se ha de reprender en público, jamás se ha de castigar. Hay que hablar con el niño o con el joven en privado, haciéndole ver, con afecto, que su actitud ha de mejorar. El estudio y el trabajo se han de impulsar inculcando el sentido del deber, apreciando siempre hasta el más mínimo esfuerzo, incentivando el desarrollo de la inteligencia, fortaleciendo la voluntad, templando el carácter.

Su lema y su aspiración hacia los muchachos era hacerlos «buenos cristianos y honrados ciudadanos», proponiéndole la búsqueda de la virtud y de la santidad cristiana a través de la vida cotidiana, en fidelidad a Dios y desde la alegría del deber cumplido. En ello, Don Bosco se inspiraba en San Francisco de Sales, quien fue su modelo para el trato bondadoso con los niños y jóvenes. San Juan Bosco atraía a los muchachos por su amor, por su ejemplo, por la predicación y catequesis y hasta por el arte y el ejercicio de la magia, de la que estuvo proverbialmente dotado.

San Juan Bosco fundó las tres ramas de la familia salesiana: la Sociedad de San Francisco de Sales, las Hijas de María Auxiliadora y la laical Asociación de Salesianos Cooperadores.