Por Fernando Valentin Alfonso – En febrero de 1985 Juan Vital asumía el Ministerio de Economía de la gestión de Raúl Alfonsín e impondría el Plan Austral que estalló por sus propias contradicciones.

Fernando V. Alfonso
Ese fenómeno político argentino, Raúl Alfonsín, quién derrotó al «invencible» peronismo en 1983; tuvo que lidiar durante más de un año con un ineficaz Ministro de Economía, cuyo principal mérito consistía en la amistad de años con el Presidente.
Años después de su reemplazo, viví la experiencia de conversar en privado con Bernardo Grinspun, ese era el nombre del Ministro aludido, quién de entrada me marcó la cancha diciendo que él tenía tres títulos de grado en Ciencias Económicas, a saber: Contador Público, Lic. en Administración de Empresas y en Economía.
Recuerdo de aquella charla, que ese hombre keynesiano latino, daba muy poca atención a los efectos de la inflación en su mundo macroeconómico. No es de extrañar que en su último mes como Ministro, el IPC creciera un «módico» 28 %, algo inimaginable para un ciudadano de estos tiempos, pero muy «normal» en aquella Argentina de los ochenta.
Lo reemplazó Juán Sourrouille, un economista teórico especializado en el estudio de las Cuentas Nacionales, casi desconocido en la farándula de este gremio. Este hombre silencioso dio a la economía de nuestro país, el giro más impresionante que yo haya visto en mi vida de analista de nuestra política Económica: el Plan Austral.
Este era la copia perfecta de un estudio profundo generado en una Universidad alemana. Sorrouille lo presentó al país en junio de 1985, y dejó a todos los argentinos hablando de Economía varios meses sin parar.
Se los cuento brevemente, el Plan Austral produjo algunos cambios clásicos tales como un aumento nominal del salario, previo a su congelamiento, precios máximos, devaluación del tipo de cambio. Y otros antológicos: el desagio, algo nunca visto antes y después de la medida. Consistía básicamente en una tablita que bajaba día tras día los precios de todos los contratos que contenían las expectativas inflacionarias previas. Y sin dudas, la novedad estrella, el cambio en la denominación monetaria que pasó al reemplazar el Peso Argentino por el Austral, previa quita de tres ceros por supuesto. Todos los argentinos debimos aprender a denominar el dinero con una A mayúscula con dos rayitas horizontales en el medio, en vez del signo $.
El resultado inmediato de este shock, fue el hacer aterrizar la inflación en un mes al 2 % mensual, pero lo más importante fue el cambio general de las expectativas económicas con un salto importante en términos de crecimiento.
En lo político, el Plan Austral llevó al radicalismo a asestar al peronismo la más impresionante de las palizas electorales de su historia, ganando en Provincias que no conocían otro partido que el Justicialista.
Pero, siempre hay un pero, el mismo gobierno que tanto éxito cosechó con una ingeniería económica perfecta, dilapidó su triunfo a partir de su ineficacia en controlar el gasto público y el consecuente aumento del déficit fiscal.
Para ello violó un supuesto fundamental del plan: emitió moneda. Lo hizo mediante una trampa burda, un Senador Nacional, ya fallecido, me mostró en un bar porteño dos billetes de cien australes con el mismo número y letra de serie… ¡Increíble!.
En estos días rememoramos veinte años de un conflicto doloroso, la insubordinación militar carapintada , la cual se dio en el marco de una involución y deterioro del Plan Austral. La mala onda dió vuelta la tortilla política, el peronismo volvió a ser tal y ganó las elecciones al trote. El sueño radical de Alfonsín se desvaneció, y Carlos Menem alcanzó las mieles del triunfo años más tarde, concretando las reformas estructurales que el Plan Austral preanunciaba.
La eterna historia argentina: volver a empezar.
Dedico esta columna a la memoria de Alvin Toffler, un sabio contemporáneo que nos dejó hace poco.
(N.de R): El ex ministro de Economía, Juan Vital Sourrouille, falleció ayer a los 80 años, tras una larga enfermedad.