Los investigadores que tienen en sus manos a Pérez Corradi plantean una pregunta cuya respuesta puede ser explosiva: ¿quién es La Morsa?; ¿hay dos?, ¿son socios o manejan bandas rivales?.
¿Porqué crees que Lanatta y sus cómplices trataban de esquivar a La Bonaerense?, se preguntaba el viejo especialista -uno de esos que tiene todos los contactos necesarios para saber con lujo de detalles lo que se cocina dentro de la policía provincial- quien se respondía a sí mismo con hechos incontrastables que dejaban a sus interlocutores sumidos en un mar de dudas: «porque apenas salieron del penal de General Rodriguez, de donde se fueron con ayuda del Servicio Penitenciario que también depende de Granados, se dieron cuenta que todo estaba arado para hacerlos boleta».
Por eso todo lo que después pareció una improvisación no era otra cosa que un intento desesperado por escapar al cerco que sobre ellos había tendido el ex Ministro de Seguridad y que tenía un solo destino: sacárselos definitivamente de encima.
El confidente -que supo ocupar uno de los escalones más altos en la conducción de la fuerza en tiempos de León Arslanian como titular del ministerio- sostiene que «en realidad La Morsa a la que se refiere originariamente el expediente es Alejandro Granados, y por eso todos los hechos criminales que envuelven a este caso se desarrollaron en la provincia de Buenos Aires».
Afirmó que desde su época como intendente de Quilmes, Aníbal Fernández había desarrollado una sociedad con Granados que le permitía moverse con suma comodidad en la sensible zona de Ezeiza. Pero «diferencias» posteriores los convirtieron en archi enemigos, lo que hizo que se terminaran los negocios en común y comenzara una sorda lucha en la que personajes como los hermanos Lanatta y Schillaci eran mano de obra común que se utilizaba alternativamente.
«El escrache que Lanatta le mete a Aníbal en el programa de Lanatta fue organizado por Granados» dice nuestro confidente. «La intención era endilgarle ser La Morsa y alejar a los investigadores de la zona de Ezeiza. El «gordo» sabía que tarde o temprano el círculo se iba a cerrar sobre él» concluyó.
Se negoció la fuga y posterior escondite en el conurbano durante un mes, para salir entre febrero y marzo con destino a Brasil. Aunque en realidad la idea era matarlos a las pocas horas de la fuga y de esa forma cerrar una puerta de riesgo importante. «El boludo de Lanatta creía que lo tenía a Granados agarrado del bigote» reflexiona el especialista «y no se dio cuenta hasta que estuvo afuera y se encontró con que nadie lo esperaba que lo habían entregado».
Todo esto es ahora investigado por la Policía Federal y Gendarmería, y no sería raro que apenas llegue Pérez Corradi a la Argentina la causa deje de apuntar solamente a Quilmes y se dirija rápidamente a Ezeiza.
Y tal vez entonces «La Morsa» pase a llamarse «La banda de Las Morsas»….